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Alberto González Troyano

Revisionismo y oportunistas

HASTA el siglo XX todavía se descalificaba a un adversario político llamándolo revisionista. Esto implicaba que alguien se había erigido en guardián de la ortodoxia y desde la seguridad que ésta proporcionaba, se atrevía a juzgar. Revisionismo era, pues, un término negativo pero incluía -de forma escondida- una cierta consideración: se criticaba así a quien había revisado sus teorías políticas o sus programas para adaptarse a la realidad de un nuevo contexto. Mas, era obligado, de todos modos, reconocerle que esta adecuación había exigido esfuerzos y respetado unos principios lógicos para justificar su desplazamiento.

En cambio aplicar el término de oportunista ya era mucho más negativo. Se denigraba de esta forma a la persona o al partido político que captaba la opinión popular para camuflarse y acoplarse tras ella y convertirse simuladamente en su portavoz, aportando soluciones sin más esfuerzo que el de ilusionar con un producto preparado para coincidir con la demanda. Un mecanismo expositivo, pues, igual que el de una tienda de modas.

Es comprensible que la palabra revisionista haya desaparecido del lenguaje político español. Quizás la última aventura teórica a la que pudo aplicársele tal consideración, la desempeñó el PSOE cuando en uno de sus primeros congresos, durante la Transición, una parte del partido decidió eliminar las referencias programáticas a Marx (igual que había hecho, más de medio siglo antes, Karl Kautsky cuando organizó la socialdemocracia alemana). Aquel revisionismo nominal tuvo máxima repercusión y creó unos dilemas ideológicos que hoy sorprenderían. Quizás fue el canto del cisne de una época en la que las discusiones y confrontaciones teóricas aún tenían algún sentido. Por tanto, ya se ha hecho inútil hablar de revisionismo porque tampoco prevalece ninguna ortodoxia que revisar.

Sin embargo, el término oportunista sí debería recuperarse, porque identifica mejor que populismo la labor de esos partidos que como el plástico (una imagen apropiada) saben acoplarse, como moldeables recipientes, a cualquier contenido si eso les permite expandirse en su medio ambiente. La palabra populismo aún conserva el aura de aquellos partidos rusos descritos por Dostoievski y Tolstoi, mientras que oportunistas delata mejor a los que nunca necesitarán revisar teóricamente nada porque sus programas son plásticos sin más consistencia que la demanda del momento.

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