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Paisaje urbano

Eduardo / osborne

De Reyes y Magas

EN el balcón del Ayuntamiento de Valencia, tres señoras vestidas como para un cotillón cutre saludan a la concurrencia mientras un señor canoso y risueño parece leer un papel. Son, dice la noticia, las Reinas Magas Libertad, Igualdad y Fraternidad, y el lector sonriente nada menos que el flamante alcalde de la ciudad, sr. Ribó, aupado a la Alcaldía por el pacto de su partido revolucionario con los socialistas y el trasunto de Podemos. Se trata, según la propaganda oficial, de la recuperación de una cabalgata que se celebró el año 1937 para distraer a los niños de los desastres de la guerra. Les ahorro el contenido del papelito, pero se lo pueden imaginar.

Si no fuera por la evidente falta de respeto y la carga de provocación que tiene la cosa, diríamos que esto no es más que un disparate, otra patochada más que de vez en cuando nos regalan (es un decir) estas corporaciones de nuevo cuño, con el pretexto de potenciar actividades culturales laicas y republicanas, y equilibrar lo que en ciertos círculos se considera un exceso de presencia de la tradición cristiana. Que yo sepa, la sociedad civil a la que tanto se apela lo que quiere mayormente es un sistema justo y menos desigual donde los políticos se dediquen sólo a velar por los intereses de la gente, no a promocionar fantochadas que insultan el sentido común.

Precisamente la fiesta de la epifanía es, de todas las religiosas, la que tiene un origen más pagano. No está demasiado tratada en los evangelios, y su configuración tal como hoy la conocemos (los tres reyes, sus nombres, los regalos...) han sido configuradas por sucesivas tradiciones no directamente vinculadas con la religión. Pero lo hermoso de la tradición, los tres magos que un día hace dos mil años adoraron al niño en el pesebre y le ofrecieron sus presentes vuelven cada año a visitar a los niños en sus casas, ha calado hondo en nosotros y son miles las cabalgatas que cada 5 de enero recorren nuestras calles, algunas por cierto organizadas con mimo por ayuntamientos gobernados desde hace años por la Izquierda.

Hoy son muchos los hogares españoles, da igual su credo, que despiertan a la alegría viendo las caras de los niños cuando descubren los regalos dejados en el salón. Y nuestros sufridos reyes volverán a Oriente con el deber cumplido hasta el año que viene, salvo que a cuatro como el alcalde de Valencia les dé por pedirles el pasaporte en la frontera.

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