La aldaba
Carlos Navarro Antolín
Los riesgos de la Feria de 2025
La otra noche le dieron el premio Fernando Lara (Grupo Planeta) al escritor Roberto Santiago por su obra La rebelión de los buenos. El autor es licenciado en Imagen y Sonido, un tipo polifacético que escribe y ejerce de director y guionista de películas. El hombre tuvo que justificarse por haber sacado a la luz unos libros para niños que han sido y son de un éxito tremendo. Se trata de la colección Futbolísimos, gracias a la que muchos estudiantes de Primaria se han alejado durante largos ratos de la pantalla, se han sentado, se han puesto a leer, han desarrollado el hábito de la paciencia y han centrado la atención en una historia. “¡Cómo me va a pesar vender cinco millones de libros!”, tuvo que explicar el premiado. El supuesto elitismo (ríanse) con el que se reviste cierta clase cultural de este país queda en evidencia con este galardón porque hay una cohorte de paladines que siempre tratan de distinguirse, alejarse de cuanto consideran convencional, comercial y de masas. Ciertamente es sabido que de la masa nunca se puede esperar nada bueno, pero tampoco de esa supremacía moral que destilan muchas publicaciones culturetas, tantas veces abocadas al fracaso por no buscar la rentabilidad que concede permanencia a los proyectos, tantas veces abortadas por estar enfocadas a minorías o a ser plataformas de distinción social, como la de quienes en tiempos se metían a curas para codearse con la clase alta. El mero hecho de que Santiago tuviera que hacer una referencia de ese tenor a Futbolísimos demuestra cuanto decimos. ¿Acaso algún autor no quisiera vender cinco millones de libros y tener miles y miles de lectores, más allá de experimentar la honda satisfacción personal de haber atrapado con sus relatos a tantísimos estudiantes?
Descuiden que ya vendrá algún aspirante a sibarita, con menos lectores de los que caben en un Uber, a tildar la novela premiada dentro de alguna suerte de literatura popular, costumbrista, comercial, pospandémica, visual o similar. Todo para restarle importancia de forma ladina desde cierto supremacismo intelectual. Al autor hay que hacerle una pregunta con ciertro reproche. ¿Pero cómo te iba a pesar haber vendido cinco millones de libros, Roberto de mi vida? No gastes más alpiste en el comedero de las jaulas de los soberbios. Sigue escribiendo, enrolando a más lectores y, si es posible, ganando más premios. La minoría son ellos, no tú. El público lo tienes tú, no ellos. Futbolísimos ha sido y es un pelotazo, nunca mejor dicho, como ganar el Fernando Lara. Leeremos La rebelión de los buenos. Algunos solo se fijarán en la solapa. Piarán y pensarán en dos o tres adjetivos para mostrar su habitual desdén y darse rango.
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