LA cocina sin gilipolleces, a degüello, sin pamplinas. David de Jorge lo afirma muy claro cuando agrega ingredientes a la olla, ese utensilio siempre dispuesto a rimar. El cocinero de Telecinco es pura campechanía y le han sentado muy bien los 140 kilos que ha descendido de peso desde que se embadurnaba de guarrindongadas en la televisión vasca. Su estampa sigue siendo generosa, pero neutraliza a cualquier espectador que sintiera repelús.
David, Robin Food, siempre presto a ayudar a los pobres, a los pobres novatos, ha aterrizado poco antes de que se asome su tocayo Cantero y es un buen sitio y hora para que nos hable de la comida, de hacerla bien y lustrosa, sin las acrobacias de los concursos de Chicote y sin postureo sibarita. Materia prima y arrebato por cocinar, el binomio más efectivo para comer en casa y comer bien. Es un punto intermedio entre las mojigangas de Arguiñano, el más pulcro de la pantalla, y la contención de Enrique Sánchez, el de Canal Sur. La suerte es que estos cocidos no se solapan en la programación. Está claro que Telecinco no lo iba a echar a pelear a la misma hora que el de Zarautz, que tiene enfrente a los tronistas. Entre los juicios de mentirijillas de De buena ley y las ensaladas de pochas del Atracón todos hemos salido ganando, incluso Sandra Barneda.
Este chef demuestra que es un vasco de los inteligentes: es un fan de los productos andaluces, le gusta venir por aquí y conoce todo lo bueno que hacemos por estos lares tan olvidados durante siglos de las guías y de los gourmets. Eso dice mucho de este Robin, que también ha comenzado a hacer recetas pensando en las calorías y sabe dejar el sitio a los supermaestros como Martín Berasategui. En sus recetas nos echa el brazo por el hombro y nos cuenta medidas bien conocidas por todos como "a cascoporro".
Los peroles sin rastro de pitiminí. Sin gilipolleces. Es verdad, ya lo ha reconocido el inmenso David.
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