NUEVAMENTE ejerce el Betis de telonero en este primer domingo de febrero en que el Sevilla se jugará tres puntos de oro cuando empiece a hacerse de noche en La Romareda. Abre camino el Betis en la reaparición de Víctor ante los béticos y lo hace con la moral restañada por el triunfo de Córdoba y por la sensación de tiempo nuevo que se vive. Roto el persistente maleficio del mediodía el pasado domingo en El Arcángel, las cosas se afrontan con mejor talante y con el convencimiento de que el ascenso no está tan lejos, pero que se acercaría espectacularmente en caso de que el Hércules fuese a la lona de Heliópolis.

Es este choque con los alicantinos un partido de más de tres puntos siempre que sólo sea el Betis quien sume. En el recuerdo persiste aquel primer viaje en Segunda y en el que el equipo de Tapia empezaría a mostrar una seña que se ha hecho crónica y que ya aquella tarde resultó fatal, la de empezar con once futbolistas, como todos, y acabar con nueve o diez, como casi nadie. El domingo pasado, ya sin Antonio Tapia en la sala de operaciones, volvió a pasar lo mismo y bien que lo notó el equipo, que salvó los muebles por la mejor actuación de Goitia desde que defiende la portería del Betis, conque aplíquense todo lo posible para acabar como se arranca, con once.

Se juega el Sevilla tres puntos valiosísimos para dejarse ya de devaneos en sus idas y venidas al territorio Champions. El Zaragoza está cogido con alfileres y por ahí debe el Sevilla insistir para hacer sangre y vivir en Liga con más tranquilidad y de forma más acorde a como anda en las otras dos competiciones. Y llega el Sevilla a un lugar de autos muy desagradables como los que protagonizaron Luis Fabiano y Diogo la penúltima vez que el equipo sevillista jugó junto al Pilar. Ninguno de los dos boxeadores de aquella tarde serán futbolistas en el combate de hoy, pero eso es lo de menos. Lo de más es que el Sevilla pueda volver a enquistarse en zona Champions.