FERIA Toros en Sevilla hoy en directo | Morante, Castella y Rufo en la Maestranza

Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Rostro pálido

La expulsión sólo se da aquí bajo la arbitrariedad. Por eso el racismo da más miedo: cualquiera puede ser el moro

Afirma The New York Times qu e los españoles no somos blancos, y habrá que darle el beneficio de la duda: a estas alturas, resulta difícil no verlo todo negro. Hay por ahí, parece, un selecto club de langostinos al que no estamos invitados, por mestizos y por tener la piel demasiado oscura. Lo que seamos los españoles no lo sabe, me temo, ni la Virgen del Pilar ("Somos más bien moros", cantaba Rockberto): la expulsión de judíos o moriscos sólo puede darse aquí bajo la arbitrariedad más absoluta, dado que ni de la morcilla se puede fiar uno. Por eso, en el fondo, el racismo da aquí más miedo: cualquiera puede ser el moro. Lo curioso es el modo en que la influencia anglosajona, blanca, protestante y pegada al terruño, insiste en venirnos con esto de las razas y las etiquetas, a decirnos que no somos blancos por vaya a saber usted qué matiz. No bastó todo el racismo genético del siglo XIX que asumieron a este lado del meridiano visionarios como Sabino Arana y Pompeu Gener: todavía hay razones, parece, para considerar al otro en virtud de una construcción cultural tan denostada como la raza, cuya supuesta base biológica ha quedado ya suficientemente desmontada y en entredicho. Ya sabemos que sólo hay una raza, pero continúan aflorando mapas, distribuciones, fronteras, apegos, con motivos, insisto, poderosos.

Y el principal motivo es, como siempre, económico. El artículo de The New York Times en cuestión describía la distribución del poder blanco en el mando a cuenta de las reivindicaciones de Black Lives Matter. Así que hay una paradoja peligrosa en una lógica que nos lleva a negar la existencia de razas cuando millones de personas sufren condiciones de vida injustas precisamente por su identificación con una raza. Sería posible establecer una analogía, salvando las distancias, con la cuestión de género: los comulgantes del mundo queer reivindican la idea de género fluido o no binario, incluso la libre adopción del género por parte del individuo como artefacto social o cultural generalmente impuesto a tenor de tradiciones irracionales, sin una base biológica real; sin embargo, mientras las mujeres sigan siendo discriminadas o víctimas de violencia por el hecho de serlo, convendrá seguir diciendo que hay mujeres, reconociéndolas como tal, asistiendo en lo que sea necesario para la corrección de los desequilibrios y la eliminación del muy existente techo de cristal.

Qué tiempo tan extraño: la injusticia general contra una raza nos exige seguir hablando de razas. A ver al otro como a otro, no como a uno mismo. Especialmente si quien juzga es el privilegiado rostro pálido.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios