Frasco de las sales a mano, un gol de Fekir sobre la última campana sirvió para aparcar el drama que vive el Betis. Anteriormente, el Sevilla vio cómo se le iba el triunfo en un lance a pelota parada que confirmó a Mestalla como un territorio poco acogedor para la causa. Es el resumen a brochazos de un miércoles trepidante que dejó un sabor agridulce por Nervión y una sensación de efímera alegría bética viendo cómo juega el Betis.

Formidable Sevilla entre goles, desde el que hace Ocampos hasta que empata Sobrino en una jugada de balón parado. Ni hasta el tanto del argentino ni desde que se establecen tablas con el testarazo del valencianista, el Sevilla dio la sensación de ese equipo que con frecuencia demuestra ser. Y al final, la pérdida de Fernando para el sábado con el Atleti es el plus de infortunio de este Sevilla que tan buenas sensaciones emite con una incuestionable frecuencia.

Lo cierto es que el empate no sabe a mucho tras la sobredosis de esperanza que el equipo dio durante media hora larga de juego. O sea que la firma de escrituras por un ático en la tabla habrá de esperar. Y enseguida, el Betis recibe al Celta en un pleito que parece portar en su valija ciertos daños colaterales, mayormente en los banquillos. Pero el previsto avispero firma una tregua con el tempranero gol de Emerson, seguido de unos minutos en que el equipo recordaba lo que fue.

Fue como el sueño de una noche otoñal, pues el equipo de Rubi sale de camerinos como desfondado y como mirando el final desde antes de que arranque la continuación. En el campo sólo existe el Celta, que sólo encontrará premio en unas manos de Borja Iglesias que el VAR destapa. Era un dolor ver cómo este Betis deambula por la yerba y será Fekir el que aparque un drama que no parece tener fecha de caducidad. ¿Serán de platino estos tres puntos? Quién sabe.