En su columna del domingo en este periódico, León Lasa abordaba hace poco el fenómeno Hygge, una concepción de la vida que simboliza la felicidad generalizada en el que pasa por ser el país con mayor desarrollo social del planeta, Dinamarca: "Hygge es esa sensación que se tiene cuando, tras una sauna y unos largos de piscina, uno va a casa, enciende unas velas, abre una botella de vino, se pone un jersey viejo de cashmere, apaga el móvil y ve una buena película con la calefacción puesta", decía Lasa. Estar a gustito, vaya. Disfrutar de las pequeñas cosas y placeres, que es la clave si uno no quiere acelerar la vida en el "no pares sigue-sigue" de la celebración o viaje que sea menester; o, en el polo puesto, dedicarse a ser un esclavo del trabajo, un triste workaholic. Cuando uno ve un cuadro económico de Dinamarca entiende que tienen razones objetivas para estar tan a gusto con una taza de chocolate y unos calcetines de lana buena para los pies por alto y toda la sencilla impedimenta disfrutona. Si fue primero la gallina Hygge o el huevo de su PIB y su "calidad institucional", no sabe uno decirlo. La clave del Hygge bien puede ser la aceptación social que siente el danés medio -que son casi todos-, en un país que detesta el clasismo y prefiere la redistribución a la dialéctica ganadores-perdedores, ricos y pobres. Esto tiene que ver mucho con su economía; evitemos los datos, pero digamos sin miedo que son espectaculares. Y allí no existe la brecha entre mayores y jóvenes.

Una brecha que aquí no para de agrandarse. Las alarmas deberían estar sonando día y noche por este drama. Los jóvenes españoles son los grandes perdedores de una crisis que tienen mucho de española, de rinconetes en cajas de ahorros y cortadillos en partidos políticos, con gobernantes y banqueros ciegos ante el hundimiento inminente. Si no fuera por su tendencia a escenificar jaulas de grillos y disputas shakesperianas, puño en alto y en ristre, Podemos tendría un futuro envidiable. Un dato escalofriante: en 2011 se crearon en España 254.000 nuevos hogares. En 2014, 76.000. Un trasunto humano del comportamiento animal que limita la fertilidad en las situaciones amenazantes. Si España no reconoce que el primer problema que tiene es el paro y las expectativas juveniles, está condenada al fracaso. De ahí depende directamente el otro grave escollo de nuestra viabilidad como país, las pensiones. Otra gallina y otro huevo. Gallina vieja y huevo muy duro. Por Shakespeare, ya puestos: algo huele a velas en Dinamarca... y a chamusquina en España.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios