¡Oh, Fabio!

Luis Sánchez-Moliní

lmolini@grupojoly.com

San Bartolomé, 'ma non troppo'

Claro que San Bartolomé necesita un 'meneo', pero por favor, que a nadie se le ocurra "ponerlo en valor"

La de Benigno de la Vega-Inclán (II Marqués de Idem.) fue una vida con chicha. Oficial de Caballería, regeneracionistaà la manière de Canalejas, bohemio y erudito, este amigo personal de Alfonso XIII fue el inventor del "turismo cultural" en España. Al frente de la Comisaría Regia del Turismo (un protoministerio del ramo), impulsó, fomentó o fundó multitud de obras e instituciones que aún colean en la España del XXI, desde la red de Paradores (por increíble que parezca se inspiró en los moteles californianos) hasta el Museo del Romanticismo de Madrid, periodo del que era un gran conocedor y coleccionista. En lo que se refiere a Sevilla, su aliento fue fundamental en la restauración y ampliación de los Jardines del Alcázar y en la reconstrucción del Barrio de Santa Cruz tal como hoy lo conocemos. Aprovechando un sector de la antigua judería de Sevilla, don Benigno, hombre de venerables barbas de sátiro liberal, nos legó ese almibarado pueblecito andaluz de casas enjalbegadas y rejas misteriosas, ese belén viviente que tiene más de decorado que de realidad y que, todavía hoy, sigue siendo el buque insignia de la oferta turística sevillana. Aun así, Santa Cruz fue hasta hace muy poco un lugar apto para la vida del aborigen, incluso llegó a albergar a una cierta gauche divine (como todas, más divine que gauche) cuando Perico Romero de Solís comandaba desde la barra de Las Teresas la facción sevillana de la Universidad Internacional Menéndez Pelayo. Todo eso ya es ceniza. Sólo hay que darse un garbeo por la zona para comprobarlo.

La reconstrucción del marqués del Barrio de Santa Cruz supuso la partición en dos de la antigua judería. Al sur de la calle Santa María la Blanca, la zona turística; al norte, la collación de San Bartolomé, que guardó en su aislamiento un viejo sabor de esgrafiados, almagre y callejones ignotos, incluso después del acertado plan renove al que fue sometido en los albores del 92 y a las intervenciones privadas del duque de Segorbe. San Bartolomé, antigua milla de oro de los hebreos sevillanos, recibió la visita a inicios de semana de la concejal popular Rincón quien, con más razón que santa Evelia, se quejó brazos en jarra de la suciedad y el abandono, algo que fue negado, con no poco cinismo, por el edil socialista Juan Carlos Cabrera, como si los ciudadanos fuésemos tontos y no tuviésemos vista y olfato. ¡Claro que San Bartolomé necesita un meneo!, ma non troppo. Con limpieza, desinfección y arreglo de desperfectos basta. Sobre todo, por favor, que no se le ocurra a nadie "ponerlo en valor", que ya sabemos lo que la siniestra expresión lleva aparejada. Ya tuvimos suficiente con un Marqués de la Vega-Inclán.

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