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las dos orillas

José Joaquín León

Santa María la Blanca

SE supone que para Navidad abrirá de nuevo sus puertas la iglesia de Santa María la Blanca. Es una buena noticia, porque hasta parece natural que cuando un templo es cerrado, por obras, la reapertura tarde de ocho años para arriba. Santa María la Blanca no es una iglesia más. En cualquier ciudad sería, en sí misma, un icono (esa palabrita tan bonita que se ha puesto de moda). Zapatero la pudo elegir como un icono de la Alianza de Civilizaciones, pues fue iglesia mudéjar, sinagoga y mezquita. Las tres culturas. Pero en Sevilla hay un montón de iconos, y estas joyas del arte se confunden con otros iconos del montón.

Santa María la Blanca y San Nicolás es la feligresía o collación donde está la mismísima Consejería de Cultura. Quizá porque es su parroquia, o por un gesto de caridad fraterna, la Consejería que ahora encabeza Luciano Alonso y anteriormente Paulino Plata y Rosa Torres (de cuota malagueña) aportó el 80% de los 823.000 euros que costó la primera fase de la restauración. El resto lo ha sufragado la Archidiócesis, que en contra de lo que algunos suponen, también invierte un dinerillo en estas cosas, hasta donde se puede. Como explicó Charo Ramos en un reciente reportaje que publicó este diario, la segunda fase, dedicada a la reforma interior del templo, no tiene financiación pública. Por ello, el párroco, Manuel Mateo, ha organizado una colecta con los feligreses que ya supera los 50.000 euros, además de pedir un préstamo bancario de 140.000 euros. Para pagar todo eso y evitar el desahucio, tendrán que seguir recaudando, incluso con visitas guiadas y cobradas de esas que después se critican en plan demagógico. A no ser que ocurra un milagro y la Consejería, que tiene su sede en la feligresía, diga que esto lo pagamos nosotros con nuestros recortes.

En Santa María la Blanca se comprueba que una parte de las restauraciones de los templos son costeadas por sus propietarios. Otro ejemplo es el de San Lorenzo, donde la Hermandad de la Soledad, con la ayuda de la Real Maestranza de Caballería, ha realizado una ejemplar restauración de la capilla de Nuestra Señora de Rocamador, que precisamente hoy reinaugura el arzobispo Asenjo con una misa. Se hace lo que se puede. Pero no se debe olvidar que en las obrasa más costosas, como las de Santa Catalina, no se puede. Ni tampoco que las administraciones públicas deben colaborar en la restauración del patrimonio artístico, aunque sea religioso. Suele hacerse así en casi todos los países civilizados, sean de una civilización u otra.

La próxima apertura de Santa María la Blanca no sólo permitirá recuperar un templo para sus feligreses. Es la salvación de una joya artística, que en cualquier ciudad estaría más considerada.

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