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La ciudad y los días

carlos / colón

Sefarditas

ENTRENADOS en la fidelidad tras conservar su religión sin tener templo ni jerarquía sacerdotal que los unificara, tras conservar su cultura a lo largo de 20 siglos de exilio y tras conservar su fidelidad a Dios pese a haber sido perseguidos por su causa durante dos mil años, los descendientes de los judíos españoles expulsados en 1492 merecen que se haya modificado el Código Civil para conceder la nacionalidad española a todos los sefardíes que lo pidan y acrediten tal condición. Es de justicia porque, como bien ha dicho el ministro Gallardón, "han mantenido esa identidad, no solamente la lengua sino sobre todo la convicción de que seguían siendo parte de una España que les había expulsado y a la que no solamente no guardaron ningún rencor sino que hicieron que les siguiese acompañando siempre… Había una deuda histórica consistente en permitir que aquellos que siempre han querido ser españoles puedan volver a ser lo que nunca debieron de dejar de ser, es decir, ciudadanos españoles de pleno derecho".

He conocido sefarditas que guardaban desde hacía quinientos años las llaves de sus casas en España y hablaban ladino, la lengua judeo-española. No es una leyenda o una exageración. Su amor por Sefarad es el propio de quien siguió amando a su tierra tras haberla perdido y a Dios tras haber padecido por su causa -desde las persecuciones romanas a la Shoah- hasta el extremo de poder recitar con más razones que nadie el salmo 21.

Esta modificación del Código Civil es el término de un largo viaje que se inició hace casi un siglo, en 1924, cuando la dictadura de Primo de Rivera promulgó un decreto que permitía a los sefardíes acogerse a la nacionalidad española. Una década más tarde este decreto permitió que se salvaran de la persecución nazi unos 40.000 judíos europeos gracias a los esfuerzos de algunos diplomáticos españoles como Sanz Briz, quien salvó 5.200 judíos.

Curioso país el nuestro: un dictador -Primo de Rivera- otorgó la nacionalidad española a los sefardíes haciendo posible que bajo el gobierno entonces pro nazi de otro dictador -Franco, quien en 1939 agradeció a los Reyes Católicos que nos libraran "de la pesada carga" de los judíos- se salvaran de la persecución nazi miles de personas; mientras que en octubre de 1933 el Gobierno de la República, en absoluto antisemita, se negó a acoger a los judíos que empezaban a huir de la Alemania nazi. Paradojas de la historia.

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