CON la venia, señor Rajoy, tengo una pregunta para usted. ¿Qué va a hacer para recortar drásticamente las conductas no ejemplares? La factura más gravosa que estamos pagando no es la prima de riesgo, sino nuestra desbocada inmoralidad. La renta ha retrocedido a los niveles de 2002. Diez años tirados al sumidero porque se extendió el deseo de enriquecerse y darle un puntapié a esa cosa tan obsoleta llamada honradez. Ese fue el principal espíritu emprendedor en la España de los pelotazos, y de la corrupción moral de una sociedad que jugó a la falacia de la eterna revalorización del ladrillo. Sigue influyendo a diario a través de hechos que se produjeron en ese decenio. Es la España del Bigotes, de Urdangarín, de Del Nido y de Lopera. De los falsos prejubilados y del dinero negro en Contsa. La España de las "conductas no ejemplares".

La inmoralidad no es patrimonio nacional. Francia acaba de condenar por corrupto a un ex jefe de Estado, Jacques Chirac. Señor Rajoy: ¿usted tiene tolerancia cero hacia la España de Del Nido? Acaba de ser condenado a una conducta tan poco ejemplar como participar en el sistemático saqueo del dinero público en el Ayuntamiento de Marbella. ¿Qué piensa usted de los ciudadanos de filiación sevillista que jalean ser representados por un abogado condenado por corrupción, al creer que Del Nido es imprescindible para alzar copas?

Si la ejemplaridad moral no es el primer criterio para todo colectivo social, y si se ve bien que los clubes de fútbol no tributen sus impuestos porque nos tienen la mar de entretenidos, entonces, señor Rajoy, usted será otro gobernante que hará pagar a justos por pecadores. Y presidirá una sociedad que tendrá la corrupción que se merece. En la corrupción están las raíces de nuestro mayor nivel de paro, de precariedad laboral, de fracaso escolar y de pésima productividad en comparación con otros países europeos, donde haberla hayla, pero la toleran mucho menos. Sobre todo cuando es de dominio público.