Crónicas levantiscas
Juan M. Marqués Perales
Que hablen los otros, qué error
Se puede volver idiota una sociedad? Es una pregunta interesante, que hace años no nos habríamos planteado –por simplemente idiota–, pero que ahora planea insistentemente sobre nosotros. Lo pensaba cuando leí que el gobierno catalán se había opuesto hace veinte años, en la época de Zapatero, a repartir el agua del Ebro, pero ahora la reclama con urgencia porque Cataluña está viviendo una situación de emergencia. Es portentoso. Cataluña –y el resto de España, pero sobre todo Cataluña– lleva unos veinte años viviendo por completo de espaldas a la realidad. La ideología lo ha sustituido todo (los programas educativos, los programas televisivos, el cine y hasta las alineaciones futbolísticas). Todo es ideología –esa mezcla hilarante de nacionalismo esencialista con cualquier delirio progresista que sirva para disimular el mejunje, ya sea ecologismo o un falso feminismo o lo primero que se les ocurra–, y todo se dedica a ocultar la realidad y a falsificar la realidad. Eso es lo que hacen los periodistas, los profesores, los catedráticos, los artistas y los intelectuales. Lo real es lo que “nosotros queremos que sea”, nada más. Y por eso se dedican a hacernos creer que lo que ellos quieren –es decir, lo que ellos dictaminan– es la única realidad que existe: empezando por la inmersión lingüística en las escuelas (que según ellos funciona perfectamente) hasta la triste realidad de la inmigración descontrolada (que según ellos, al menos cuando hablan en público, es algo que tampoco existe; en privado, por supuesto, dicen cosas distintas).
Lo digo porque en estos veinte años ha nadie se le ha ocurrido crear una maldita desaladora o planear alguna medida eficaz contra la sequía. Toda la farfolla ideológica se les ha ido en sus coros y danzas y en sus constantes despilfarros de dinero público en actividades que son pura propaganda. La realidad, la triste realidad de los pantanos vacíos y de la sequía recurrente, era algo que no interesaba en absoluto. Y las cosas se han tenido que poner muy feas para que alguien se acuerde de que existía una emergencia climática y se debía hacer algo urgente. Y ahora, miren por dónde, los que se negaban a repartir el agua corren a exigirla con los malos modos de una señorona que riñe al servicio porque se ha roto el termo del gas. En fin, una sociedad idiota. O que se le parece mucho.
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