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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Antonio Montero Alcaide

Escritor

Sevilla de Maratón

Este año, la disminuida e insegura prestancia del Estadio '(In)Olímpico' no acogerá la meta

Haruki Murakami, escritor japonés que suele figurar en las quinielas del Nobel, interruptus en el pasado 2018 por escándalos sexuales atribuidos a miembros de la Academia sueca -no debe confundirse con la Fundación Nobel, creadora de los premios con ese nombre, por el apellido del inventor de la dinamita, que dispuso testamentariamente el destino de su sobrado peculio-; Murakami, se decía antes de la digresión, concluyó, en agosto de 2007, un libro al que puso por título De qué hablo cuando hablo de correr, dado que, además de escribir bastantes libros con las manos, ha corrido muchas más carreras de larga distancia con las piernas. En sus últimas páginas, afirma: "Si algún día quisieran grabarme un epitafio y pudiera elegir yo las palabras, me gustaría que dijera lo siguiente: "Haruki Murakami. Escritor (y corredor). (1949-20**). Al menos aguantó sin caminar hasta el final. En estos momentos, eso es lo que desearía".

Acaso tal afición a correr -práctica reservada a los cobardes por quienes no tienen la valentía de dar un par de zancadas rápidas en su deambular cansino- adquiera el carácter de un precepto religioso, incluso de una disciplina sectaria acatada por los prosélitos del running. Y tiene, asimismo, su estética propia, un muy diverso catálogo de prendas, adminículos y cacharritos que adornan el equipamiento del vestir y prestan aplicaciones tecnológicas para conocer tiempos y distancias -a través de señales de satélite-, contar pasos, tener a raya la frecuencia cardiaca o determinar las calorías gastadas. Tal vez, además, el placer debido al correr reemplace otro goce propiciado por la misma hormona, pero con distinto ejercicio, para alegría y disfrute del cuerpo. O quizás se trate, en su caso, de una adicción, cuyo mono más expresivo sea el de subirse por las paredes y ponerse insoportable cuando se está en el dique seco o falta tiempo: "Anda, vete a correr un rato, que no hay quien te aguante. A ver si te desahogas". O un poco de todo, que no es sino la forma de manifestarse un todo particular.

Por decrépito que esté el Estadio (In)Olímpico, por descompuesto el tartán de su pista de atletismo, llegar a la meta allí, como era habitual en el Maratón de Sevilla, tiene su cuota de epopeya titánica, como la legendaria del soldado que corrió la distancia de Maratón a Atenas, 42 kilómetros más o menos, para anunciar la victoria de los griegos sobre los persas, y murió tras contarlo. Este año 2019, sin embargo, la disminuida e insegura prestancia del Estadio no acogerá la meta. Pero cierto es que el final del itinerario del Maratón estimulará más a los corredores, porque los pocos y largos kilómetros desde el Puente de la Barqueta hasta el Estadio, en los estertores de la resistencia, estaban poco concurridos. Y ahora esos kilómetros postreros, de la Plaza Nueva al Paseo de las Delicias, harán que el Maratón de Sevilla ponga más a Sevilla de Maratón.

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