Alto y claro

José Antonio Carrizosa

jacarrizosa@grupojoly.com

Sevilla y el PP

El electorado de derechas de Sevilla, que no es escaso, necesita un referente político y en el PP municipal no lo tiene

Anoten el dato porque puede tener su importancia en el futuro: el alcalde de Sevilla ha logrado, por segundo año consecutivo, cerrar la negociación del presupuesto municipal sin pagar una hipoteca excesiva a las formaciones de extrema izquierda que lo auparon al poder y, de paso, dejando aislado al Partido Popular, que no meterá la cuchara en la decisiones grandes o pequeñas que se adopten en la ciudad. Para ello Juan Espadas se ha hecho acompañar de nuevo por Ciudadanos, un partido que le está salvando el mandato y que no exige grandes contrapartidas. Después de estos segundos presupuestos se confirma lo que se adivinaba desde que Espadas llegó al sillón de la Plaza Nueva: tenemos un alcalde de perfil bajo y gestión gris, del que no hay que esperar ni logros espectaculares ni errores descomunales, pero que ha demostrado ser un hábil negociador. Está dando lecciones de cómo se puede gobernar en minoría y encajar el complicado puzle del Pleno municipal de Sevilla. Si no está llamado a mayores empeños -es difícil que así sea, pero cosas más extrañas se han visto- imprimirá velocidad de crucero a su gestión y repetirá sin muchas dificultades cuando lleguen las próximas elecciones.

Este pronóstico se puede hacer, sin asumir demasiados riesgos, por una razón: el Partido Popular de Sevilla, el único que llegado el caso podría inquietar a Espadas, da muestras alarmantes de tendencias suicidas y no parece próximo el tratamiento que lo cure de su mal. Más bien todo lo contrario. El grupo municipal que, tras la marcha de Juan Ignacio Zoido a Madrid, encabeza -por decir algo- Alberto Díaz está partido en dos mitades. Los enfrentamientos internos lo han llevado a la inacción y ya ni se preocupan de ocultarlo. Díaz intentó tomar la iniciativa y negociar una abstención con Espadas a cambio de que el presupuesto llevara el sello del PP. El alcalde se abrió al posible acuerdo. Pero el intento del portavoz popular fue boicoteado por sus propios concejales y la cosa quedó en nada. Al PP le espera otro año de aislamiento municipal y seguirá gastando su energía en la pelea del quítate tú que me pongo yo.

Sevilla tiene un problema con el PP. En esta columna se ha defendido en más de una ocasión que un PSOE fuerte y con proyecto es imprescindible para que el sistema democrático español funcione. Si el esquema se traslada a escala local se llega a la misma conclusión: el PP es necesario para que en el Ayuntamiento haya juego político y capacidad de alternancia. El electorado de derechas, que en la capital ni es escaso ni poco relevante, necesita un referente político. Lo ha perdido después de que en las últimas elecciones no alcanzara una victoria que le garantizara el gobierno. Zoido, como hizo Arenas cuando le pasó lo mismo en las autonómicas de 2012, se marchó y dejó tras de sí el caos. Nadie se está tomando en serio la tarea de reconstruir el PP de Sevilla y ponerlo en situación de disputar el gobierno municipal dentro de dos años.

Ignoro si el Partido Popular se guarda algún candidato espectacular para recuperar la Alcaldía o si, como dicen algunos, Zoido volverá tras un paso fugaz por el Ministerio del Interior. Dudo mucho lo primero y todavía más lo segundo. Pero lo cierto es que el espectáculo poco edificante que está dando tanto en el grupo municipal como en la propia organización provincial le está restando posibilidades al que llegue.

Espadas por ahora puede estar tranquilo: el bastón seguro de Ciudadanos y algún gesto menor con la marca local de Podemos, que ha resultado mucho menos fiera de como la pintaban, le proporcionan la estabilidad que necesita para hacer su política de pasitos cortos, no dar escándalos ni molestar a la Junta y, de vez en cuando, agarrarse a alguno de sus mantras, como el de la ampliación del tranvía, para mantener motivada a la afición. Y mientras tanto, en la otra acera, a guantazo limpio.

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