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Sevilla, año cero

Al filo de la emergencia social, el pueblo de Sevilla llega allá donde los servicios sociales no alcanzan

Ssevilla, año cero. Una calle en Torreblanca. Una mujer se cae redonda al suelo. Lleva tres días sin comer. Tiene tres chiquillas que alimentar y ahora no puede ir a echar horas -en B, claro, la be que hay en subsistencia- limpiando casas. Teresa Herrera, profe del instituto del barrio (por cierto, uno de los IES de la ciudad que se interesa por llevar poetas a sus aulas) se remangó y se puso a organizar una red que ha conseguido llegar a muchísimas familias arruinadas. Los movimientos vecinales de Torreblanca están intentando dar respuesta a las necesidades de quienes ahora mismo no tienen qué llevarse a la boca, ni medicinas, ni una bombona de butano. Esta misma semana han avisado: la situación es desesperada y temen un estallido social. Resulta que no estaba loco el veedor de la ONU que, tras su visita a Sevilla, largó fiesta sobre los "vecindarios de pobreza concentrada donde las familias crían niños con una grave escasez", y que aquí soliviantó a quienes no acababan de verlo. Normal, estaban mirando para otro lado.

Sevilla, año cero. La Asociación No Borders, de Ayuda Humanitaria al Refugiado, se organiza con la Parroquia de Los Pajaritos para que las familias locales, migrantes y refugiadas del barrio que más lo necesitan puedan tener comida y jabón. (Quien quiera colaborar está a tiempo, hasta hoy reciben donaciones). Me llega al teléfono la lista de lo que otra asociación ha podido conseguir para dos familias desaviadas. Y así podríamos ir sumando iniciativas, redes y ayudas, pequeñas pero gigantes, en nuestros barrios.

No falla: en cuanto tenemos noticias de estas iniciativas, a quienes no les acaba de entrar en la mollera que es la desigualdad social lo que genera conflictividad, economía sumergida, exclusión, delincuencia o irreparables brechas educativas, les entran las siete cosas. Saltan contra cualquier acción ciudadana o institucional que trate de resolver algo, como si les molestara que exista una Sevilla a extramuros, plural y compleja, y que los sevillanos se organicen para ayudar a resistir desde colectivos vecinales, hermandades o iniciativas particulares. Incluso he leído a quien no le parece ninguna mala idea aislar a las Tres Mil en estos momentos. Pero, hoy, las tintas las cargo para arrojar luz sobre quienes merecen la alegría. Sevilla, año cero: al filo de la emergencia social, el pueblo de Sevilla extiende su mano y alcanza con ella hasta donde -y esto es lo grave- los organismos encargados no llegan. Fernando Valladares, miembro del Consejo Superior de Investigaciones Científicas, nos da la ecuación de esta pandemia: Globalización x [Destrucción Ambiental + Desigualdad Social]. Esta es la fórmula, el gobierno local y autonómico despeje incógnitas, y eche cuentas.

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