Juan parejo

Periodista

Sevilla tenía un color especial

Plana y gris. Sin pulso. Sin la vibración que debe producir el patrimonio cuando se contempla. Sí, he dicho el patrimonio porque nadie puede discutir ya a estas alturas que los suelos de las ciudades forman parte de su idiosincrasia, de su estética, de su personalidad, de su historia pasada, presente y futura. ¿Qué Sevilla estamos dibujando para el futuro? Una en la que es mejor no mirar al suelo. Monocroma, como los uniformes con los que se vestía a los confinados o colegiales para que ninguno destacara por encima de otro. En la sociedad subvencionada de hoy se tiende a igualar por abajo. No se busca la excelencia. Mejor no promocionar al que se esfuerza para que otros no se ofendan. Todos grises. Que no se cuele ni una ráfaga de color.

El pavimento hay que entenderlo como una fachada más de los edificios. Define, realza, da fuerza, crea un vínculo... ¿Se imaginan visitar Roma y no pisar los cubos de basalto de los montes Albanos; o Portugal y no caminar sobre los pequeños dados blancos de caliza del Alentejo? En Sevilla se puede considerar desde el siglo XIX el adoquín de Gerena como su pavimento identificativo. Suelos que se empezaron a perder en los años sesenta con la revolución del asfalto tras la llegada masiva de los vehículos a motor.

Hace unos días comenzó la reurbanización de la calle Mateos Gago, una de las calles más significativas y bellas de la ciudad. Probablemente, la más fotografiada por los turistas que nos visitan. Cuando se deje atrás la crisis del coronavirus y éstos vuelvan a Sevilla se van a encontrar con una calle muy diferente. El adoquín de Gerena, con sus tonos ocres que alcanza su máximo esplendor cuando es tocado por la lluvia, habrá dejado paso a un suelo gris, perfectamente cortado y alineado, de adoquines de Quintana. Otra calle, y no cualquier calle, habrá perdido su tradicional estética, pese a que expertos en urbanismo, geógrafos, historiadores, asociaciones patrimonialistas y muchos sevillanos de a pie hayan alzado la voz pidiendo que se respete el adoquín de Gerena y, con ello, la imagen de la ciudad que todos conocemos.

Pero ésta es una batalla que hay que dar por perdida. No es el criterio estético, si siquiera el de sostenibilidad el que prima en los proyectos de reurbanización. Las reformas de las calles no sólo están dejando una ciudad sin alma, sin el color y luz que tanto gusta pregonar como la esencia de Sevilla. El pavimento es la piel de la ciudad y como tal debe ser cuidado y protegido. La comodidad debe ser tenida en cuenta, pero también la sostenibilidad, la funcionalidad, el coste o el color. Hay estudios que demuestran que el adoquín de Gerena es perfectamente reutilizable con un relabrado. Es necesaria una legislación sobre el tratamiento del suelo en los espacios urbanos. El entorno también forma parte de un monumento y lo complementa. Pero es más rápido y fácil, que no económico, desechar el adoquín existente que acaba siendo vendido sin control por muchas de las empresas constructoras sin que el Ayuntamiento haga lo más mínimo.

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