La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sevilla espesa, sucia, mugrosa

No es que Sevilla "pueda estar mucho más limpia", señor alcalde, es que está muy guarra

Sevilla está guarra porque hay muchos sevillanos guarros y muchos turistas guarros; porque los servicios municipales de limpieza no son suficientes, están mal utilizados o las dos cosas; por la demasía de bares de reducidos interiores a cuyas puertas, en plena calle, se concentran muchísimas personas no siempre -es más: casi nunca- atentas a no pringarlo todo. Sevilla está sucia porque los diferentes sistemas de recogida de basuras no se revisan ni se limpian suficientemente y los contenedores o los artilugios de la recogida neumática están tan sucios y pringosos como todo su pegajoso entorno. Etc., etc., etc.

Pongo como ejemplo Don Remondo, se supone que muy noble, muy visitada y muy histórica calle que desemboca en la plaza de la Virgen de los Reyes tras costear el Palacio Arzobispal. En un entrante, hacia su mitad, hay unos contenedores guarrísimos que destilan unos jugos pestilentes que llenan el acerado y, aprovechando la pequeña cuesta, lo desbordan deslizándose lentamente, dejando su pegajoso y oscuro rastro, hasta un husillo situado en la desembocadura de Cardenal Sanz y Fores. Pongo como ejemplo los perfumes a orines de las calles San Isidoro y Pajaritos o de las que rodean la Alameda, en las se suman los residuos de botellonas o "baretonas" (variante local de esos bares que concentran a sus clientes en la calle). Para más detalles les remito al recorrido que hizo la compañera Ana S. Ameneiro por el centro, Triana, Sevilla Este, Nervión y Tres Barrios-Amate en su reportaje "¿Por qué está Sevilla más sucia en los últimos meses?".

El alcalde, en vez de reconocer que está muy sucia, ha dicho que es "consciente de que la ciudad puede estar mucho más limpia", lo que le sitúa paradójicamente ante una tarea titánica porque, por muy limpia que esté, siempre es posible que lo esté mucho más. Es más práctico reconocer que está muy sucia y comprometerse a solucionarlo que convertirse en la Mercedes de Los chorros del oro de los Álvarez Quintero, una mujer "que marea de guapa y de limpia: le da el sol y parece que tiene lentejuelas", obsesionada con la limpieza y empeñada en escamondar a su espeso pretendiente, que al final se dirige al público recitándole: "¡Dios bendiga el agua clara!/ ¡Vivan los chorros del oro!". No hace falta ir tan lejos. No es cuestión de que Sevilla esté mucho más limpia, señor alcalde. Nos conformamos con que esté menos sucia.

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