Fragmentos

Juan Ruesga Navarro

¿Sevilla es una fiesta?

SE dice que Cádiz está siempre como esperando el último galeón. Es posible que tengan razón los que lo comentan. Hay un aire de nostalgia en los gaditanos que hoy en día contemplan el mar desde la balaustrada de la Alameda Apodaca, tal como en tiempos pasados lo hacían desde los altos miradores y azoteas de sus casas. Durante años, la llegada de un barco era una fiesta en la ciudad y particularmente en aquellas familias que veían de nuevo a sus padres y hermanos entrar por la puerta junto con la bonanza económica que significaba cada navío procedente de tierras americanas. ¿Y ahora? ¿Esperan también una metafórica flota que haga prosperar a Cádiz?

Por nuestra parte, a Sevilla me refiero, parece que siempre estamos esperando que venga la próxima fiesta. ¿Qué fiesta? Cualquiera. Tanto las programadas que se repiten año tras año (aquí pueden utilizar si prefieren la expresión fiestas tradicionales) como, en un sentido más amplio, todas aquellas fiestas o celebraciones que vamos inventando y que van marcando la vida de la ciudad y sus habitantes. Llámense Exposición Iberoamericana o Exposición Universal. Y otras variantes, tanto oficiales u oficiosas, públicas o privadas, colectivas o familiares. De particulares o de empresas. Presentaciones de productos, foros de opinión, bodas y comuniones. No hay que recurrir a profundos estudios antropológicos para percibir el dinamismo social que hay latente y presente en todas estas fiestas y celebraciones. Y cómo las estamos haciendo crecer en número y tamaño cada una de ellas. Por pensar sólo en las fiestas mayores de la ciudad: ¿volverá el debate de ampliar la carrera oficial y situar más sillas y palcos? Volverá. Al fin y al cabo es una constante desde hace siglos. ¿Volverá el debate del traslado de la Feria a otro emplazamiento donde quepan más casetas? Es posible. La crisis económica abortó el último intento de traslado del recinto ferial al Charco de la Pava, pero está por ver en un futuro que no lo vuelvan a intentar, tal como están planteando ahora que crezca en días. Las Navidades cada vez adelantan más el alumbrado, permítanme que utilice la analogía con la Feria. Menos mal que la Cabalgata de Reyes tiene fecha fija, pero no es menos cierto que cada vez hay más cabalgatas en barrios. Energía festiva. Energía asociativa. Emulación de una barrio a otro, de una ciudad a otra. Estrategias de captación de visitantes. Fiesta y turismo. Turismo y economía. Y no sólo en restaurantes y hoteles. Cada vez hay más casas sevillanas de cierto porte que se alquilan para celebraciones. Empezando por nuestros edificios más nobles. Una imagen digna de Federico Fellini. Toda una ciudad, Sevilla, convertida en un enorme recinto para celebrar fiestas. Y todos sus habitantes viviendo de dar de comer y beber en unas fiestas que se suceden unas a otras sin solución de continuidad, mientras miles de visitantes van y vienen por las rampas de los trenes de alta velocidad. Una pesadilla. Un mal sueño. Pero más vale que despertemos, porque estamos a punto, no de vivir las fiestas, sino de vivir de las fiestas.

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