La ventana

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

De cuando Sevilla se hace edén

Colas en el peaje, como ayer pero al revés. Los que ayer venían, hoy van para que Sevilla inicie su periodo más habitable. Calor aparte, agosto es una especie de paraíso terrenal con el único punto negro de la cantidad de bebederos y comederos de fuste que bajan la persiana. Si no fuese por este trascendental detalle, agosto sería lo mejor de lo mejor en esta Sevilla nuestra, que hasta el ruido de los conventos se escucha paseando por calles raramente holladas en el resto del año. Y si usted, dilecto lector, tiene la fortuna de dar con el asentamiento adecuado en el que pegar la hebra al frescor de una cerveza, para qué más. Desde que una vez, allá por el Pleistoceno, tuve la fatal idea de vacar en agosto nunca más caí en tan craso error. Agosto en Sevilla, para mí, que no le tengo fobia alguna al guiri y a sus pompas, es un edén se ponga como se ponga quien se ponga.

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