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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Desde mi córner

Luis Carlos Peris

lcperis@diariodesevilla.es

El Sevilla medio salvó el domingo con su ADN

La infausta jornada echó a andar con el bochorno de un Betis corrido a gorrazos por el Leganés

Pudo ser mucho peor lo que pasó en el segundo domingo de febrero, muchísimo peor de lo que fue. Una jornada catastrófica medio la maquilló el Sevilla gracias a su ADN de morir luchando en un final trepidante que pasó de un 0-3 a un 2-2 que supo a triunfo. Por lo demás, un domingo nefasto que se hizo especialmente funesto por el ridículo bético en la fría matinal al sur de Madrid cayendo ante un equipo que lo corrió a gorrazos.

Resulta de imposible explicación la cara que presenta el Betis de vez en cuando. Los recuerdos de Getafe, Huesca, Villarreal o Bilbao se quedaron empequeñecidos por las sensaciones que el equipo bético emitió en Butarque. Leganés, que ya estaba remarcado en negro para el beticismo, se convirtió el domingo en una sima donde el equipo se hundió mediante una actuación que no soporta un análisis medianamente positivo. Un dolor en toda regla que no tiene explicación.

Quiso Setién apelar a las rotaciones en masa y bien que se demostró lo que tantas otras veces, que entre los buenos y el resto de la plantilla hay una distancia sideral. Eso demuestra algo que particularmente tengo más que claro y es que la calificación de plantillón no tiene sentido o es malicioso. Y es que el solo hecho de contar con los laterales que cuenta ya es motivo suficiente como para descalificar a todo aquél que ose adjetivar de esa guisa a la plantilla que maneja Setién.

Y eso sin quitarle un adarme de culpa al técnico, que tras el ridículo en la hierba lo multiplica en sus declaraciones posteriores. Menos mal que horas después, un Sevilla que había estado en las cuerdas agobiado por el agobiante Eibar, tiró de casta para, en inferioridad numérica, salvar algo del mobiliario cuando no quedaba tiempo para casi nada. Fue un domingo que pasó de horripilante al suspiro de alivio, un domingo que llevó de mesarse la cabellera a decir menos mal.

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