PASA LA VIDA

Juan Luis Pavón

Sevilla tiene su propio límite de velocidad

PEGATINAS al poder. Sólo las sanciones con eliminación de puntos en el carné pueden convencer a la población desde hoy sobre las ventajas de levantar el pie del pedal y no sobrepasar la punta de los 110 kilómetros. En la era del eufemismo, ni siquiera a esto le llaman desaceleración. No es de recibo que la brutalidad con la que Gadafi se mantiene como sátrapa de Libia sea lo que marque la velocidad de crucero de la economía española y los planes de ahorro. Es de risa penosa la dialéctica mitinera de PSOE y PP sobre el pegote de las pegatinas. Los políticos de países serios pactan la política energética para décadas, con el objetivo de garantizar el mayor grado posible de autonomía de la nación. Cuando llegó Adolfo Suárez a la Presidencia del Gobierno, en 1976, España era el país de Europa occidental con mayor dependencia del petróleo. 35 años después, seguimos en las mismas, con el Rey como único jefe de Estado europeo dándose abrazos con los jeques kuwaitíes; con Zapatero y Rajoy sin reconocer su falta de patriotismo energético, y con los ex presidentes González y Aznar fichados ¡como consejeros de compañías de generación y distribución de energía!. Y el que venga atrás, que arree para que no vivamos a dos velas.

Dada la fragilidad de los regímenes árabes, ¿a qué temperatura nos ducharíamos si en Argelia se arma la marimonera y se suspende la producción de gas? ¿En qué velocidad se fijaría el límite de conducción si en Bahrein y en Yemen caen sus déspotas y en el barullo se obstruye el tráfico marítimo por el Golfo Pérsico y el Golfo de Adén? ¿Será por golfos?

Lo que no va a entrar hoy en vigor es el imprescindible cambio de velocidad que necesita Sevilla en su funcionamiento y su desarrollo. Sevilla tiene su propio límite de velocidad. El que frena la agilización de su burocracia, la ejecución en plazo de las obras, el cumplimiento de los planes, la aplicación de las normas. El subconsciente colectivo ha asumido como natural lo que es anormal: justificar el retraso en obras que inciden a diario en la productividad, como la del túnel entre Bueno Monreal y la Palmera, con el paño caliente de garantizar que estará abierto para la Feria. Y concluido antes de Semana Santa, en el caso de la nueva Encarnación. Hagan memoria y enumeren cuántas veces han escuchado a alcaldes y concejales en los últimos 20 años aclarar que una realización con exceso de demora estará finiquitada antes de las fiestas señeras. Falsa manera de hacer ver la misión cumplida. Y ni el túnel es para las casetas ni las setas para cantar saetas.

En Sevilla, para ahorrarnos atraso y pobreza, incrementemos la velocidad en las reformas y en las inversiones. El ritmo actual da para tardar 40 años en tener una línea de Metro. Recuérdenlo: se puso énfasis en que circularia para Semana Santa. Y para Feria. Hitos centenarios que se organizarían y celebrarían aunque viviéramos sin electricidad como hace siglo y medio, y aunque no funcionaran los teléfonos móviles.

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