INSPIRADOS en el corazón de este largo fin de semana, con las luminarias ya encandilando, los hoteles con una ocupación que roza el no hay billetes y el Sicab como animada cuenca receptora de indígenas y forasteros, una atracción más, la exposición y venta de dulces conventuales. Trigésima edición de una muestra con enorme arraigo desde que arrancó y que se ha hecho tradicional en estas fechas prenavideñas. Y se viene al caletre aquella copla del inolvidable Carlos Cano con título tan a propósito como el de Alacena de las monjas. Pues de un puñado de alacenas de ese tipo y de toda la provincia, en el Alcázar un señuelo más para el aluvión de gente en esta Sevilla convertida en luminoso y abigarrado rompeolas. Un ascua de luz y caudalosas mareas humanas durante el día. ¿Sevilla capital del mundo? Qué quiere que le diga, pero si no lo es, sí que lo parece.
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