Posiblemente le tocase los costados al personal Antonio Machado cuando parió "Oh maravilla, Sevilla sin sevillanos, la gran Sevilla", pero dio en la tecla por muy mal que le siente a los que estamos mirándonos el ombligo desde que vemos la primera luz. Antañazo venían en los papeles imágenes de una Sevilla desierta en este puente de la Virgen. Calles y jardines sin un alma, como en una suerte de día después de no se sabe qué. Imágenes llenas de encanto, Sevilla sin sevillanos y sin foráneos, Sevilla edénica, ciudad única y habitable por la ausencia del hombre. Y uno que venía de lugares donde reina el atasco en todo su apogeo agradecía en el alma que la ciudad propia estuviese tan acogedora y transitable. Qué razón la de Machado, oh maravilla, Sevilla sin sevillanos, pero ahora, aun sin sevillanos, Sevilla nunca está desierta y cuánta maleta con ruedas.
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