SEVILLA sin sevillanos. Esa Sevilla vieja de azul de convento insistía Antonio Machado en su utópica visión de la ciudad que le vio nacer y de la que él renegó en cuanto usó la razón. Bueno, pues así, sin sevillanos casi se queda la ciudad en este mes que ayer salía de chiqueros con las del beri. Termómetros amenazantes que dejaban las calles desiertas y todo muy cómodo así que llegaba la noche. Tiene mucho el agosto sevillano de nirvana que nos acerca a la felicidad. Es más, si no bajasen la persiana tantos bebederos y comederos, Sevilla sería el lugar ideal donde pasar la canícula, que a menos bulto, más claridad, que decía aquél. Qué bien se pasea por unas calles que hasta antier eran bulliciosas y que ahora dan la razón al poeta con el cromatismo de azul de convento, de luz atenuada y de sonidos quedos por la falta de quórum. Si me pierdo en agosto que nadie me busque fuera de Sevilla.
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