FERIA Toros en Sevilla hoy | Manuel Jesús 'El Cid', Daniel Luque y Emilio de Justo en la Maestranza

La Sevilla siniestra

El emplazamiento de la memoria ha hecho redescubrir en Sevilla los infames lugares que el tiempo fue destiñendo

En la larga noche de Franco el miedo impuso el silencio y el silencio abonó el olvido. La desmemoria se convierte en cal viva y la naturaleza del olvido pasa a ser sospechosa. No puede haber ya inocencia alguna en el desconocimiento sobre lo que ocurrió. A la Ley de Memoria Democrática le podemos achacar varias deficiencias intelectuales. Pero nadie de bien podrá negar a estas alturas del siglo XXI que regresar al negro osario del primer franquismo nos exige hoy un deber moral de reparación de las víctimas y una exigencia de recordación de los lugares donde el olvido hizo su plácido trabajo. Si todo esto les suena a sermón ideológico, es que nada se entiende ni quiere entenderse.

Desde la enorme fosa común de Pico Reja, en el cementerio de Sevilla, su director de excavación, Juan Manuel Guijo, dijo desde su inicio que no cabía ajustar cuentas a quienes asesinaron y arrojaron a centenares de civiles a aquella fosa con una sevicia que uno creía más propia de las atrocidades balcánicas con las que uno se ha topado en estos años. De lo que se trata, añadió, es de hacer valer los derechos humanos de los muertos y los de sus deudos y dolientes.

Hay, además, otra cuestión con paisaje de fondo. El emplazamiento de la memoria ha hecho redescubrir en Sevilla los infames lugares que el tiempo interesado fue destiñendo. Es la "corona de espinas" que rodea a la capital y de la que habla Cecilio Rodríguez: Las Arenas (La Algaba), Oromana (Alcalá de Guadaíra), Merinales (Dos Hermanas), Matallana (Coria del Río)... De niños el colegio nos solía llevar a corretear a la fronda espléndida del parque de La Corchuela. Aquí se ubicó otro de los campos de presos. Ni de niños ni de jóvenes atolondrados supimos nada. Pero la edad dejó de ser una amnistía. Aunque ya lo sabíamos por libros de escaso circuito, lo que uno redescubre hoy es como una nueva idea de lugar que aflora. Es el mapa de la otra Sevilla siniestra, de otro color especial, donde los cines Jáuregui y Lumbreras, la finca Gambogaz (a tiro de piedra de la Expo 92), la delegación de Orden Público en la residencia de los jesuitas de la calle Jesús del Gran Poder, etc. Conmueve comprobar in situ que muchos de estos lugares son parte de nuestras rutinas. Todos somos paisaje y paisanaje también. Desde la fosa de Pico Reja se ve la cresta del puente del Alamillo y se escucha el ruido del tráfico hacia San Jerónimo. Son todos lugares convivientes. No podemos ignorarlos, como tampoco sobreactuar. Bastaría con seguir colocando placas de estricta memoria. Ni histórica ni democrática. Sin aderezos. La justicia no los necesita.

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