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Sevilla vulgarizada

La cosa se veía venir desde la visión excesivamente folclórica de la ciudad de las primeras décadas del pasado siglo

De aquella Nueva Roma Triunfante que asombró al mundo en el siglo XVI, pasando por una ciudad barroca, ilustrada y romántica que aún mantenía el tipo, nuestra ciudad está alcanzando cotas de vulgaridad tales que no sabemos hasta donde será capaz de llegar. La cosa se veía venir con la visión excesivamente folclórica de las primeras décadas del pasado siglo, una imagen de la ciudad deformada que hacía hincapié en los conceptos más banales del costumbrismo. De poder ser una ciudad culta y respetuosa con su pasado histórico se pusieron las bases para el desarrollo de una de sus versiones más zafias.

El desarrollismo causó estragos en las décadas de los sesenta y setenta, en los que la piqueta campó a sus anchas de un lado a otro de la ciudad. Creíamos que ya era suficiente el daño ocasionado y que a partir de los ochenta, con la llegada de la democracia, la protección del patrimonio iba a ser una realidad, pero nada más lejos ello. La destrucción avanza día a día de forma inexorable convirtiendo una ciudad, en principio habitable y de dimensiones todavía manejables, en un lugar en el que alternan espacios desolados e inhóspitos con otros saturados y ruidosos en los que cada cual se mueve y decide a su antojo.

Ignoro la importancia que los estudios de arte y patrimonio tienen en las escuelas de arquitectura, pero da la impresión de que forman parte de las denominadas asignaturas marías. Raro es ver a un artista de la primera de las Bellas Arres sensibilizado con la conservación del patrimonio y respetuoso en sus actuaciones sobre el mismo.

Tras ver el reportaje de Juan Parejo en este diario sobre el Paseo Marqués del Contadero, no quiero ni aparecer por allí, por aquello de que ojos que no ven… La falta de personalidad de los artistas les impide concebir una obra respetuosa con la historia y con el medio natural. El maldito diseño lo mismo sirve para una obra de Helsinki, Pino Montano o el centro histórico. Pruebas de ello tenemos en la Cartuja de Santa María de las Cuevas, la calle Santander, la peatonalización de la avenida y la calle San Fernando, con menos espacio para los peatones que antes. Una ciudad intransitable llena de veladores en la que el comercio tradicional ha dado paso a tiendas de baratijas y franquicias de comida basura, y en la que las botellonas campan a sus anchas hasta el amanecer. Un modelo ciudad cateta a más no poder.

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