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SEVILLA llegó al siglo XXI con decenas de barrios sin ser recepcionados oficialmente por el Ayuntamiento, un anacronismo y una injusticia social de la que se hizo eco Monteseirín en su segundo discurso de investidura como alcalde, cuando anunció el más amplio programa de rehabilitación urbana acometido nunca en la ciudad, plasmado en el primer Plan de Barrios. Y los barrios han seguido siendo uno de los ejes principales de la política de Monteseirín, pues no en vano en el pacto de gobierno con IU para su tercer mandato se estipuló que el Consistorio actuará con un principio de discriminación positiva en los barrios de la ciudad, "comenzando a hacerse cargo de la ejecución de aquellos servicios comunes susceptibles de ser financiados con fondos públicos donde dicha intervención pública se muestra más necesaria, ante la imposibilidad de que los vecinos puedan por sí mismos financiarlos". En esta política de cohesión social se enmarca una operación sin precedentes: la demolición de Los Pajaritos y Regiones Devastadas para su completa regeneración y reconstrucción . La actuación ya estaba prevista en el Plan General, por más que el PP haya tratado de capitalizarla cual si se tratara de una iniciativa propia, y en su día fue informada favorablemente por la Junta en previsión de que fuera necesario recurrir al Patrimonio Municipal de Suelo. El Ayuntamiento confía en que la reconstrucción de ambos espacios degradadados, donde se reubicó una población trabajadora afectada por las riadas o expulsada de los barrios tradicionales de la ciudad, se autofinancie mediante la explotación de las futuras zonas terciarias. Y aunque no fuera así, parece de justicia que las tres administraciones públicas se dediquen a acabar con infraviviendas de 40 ó 50 metros cuadrados, donde se hacinan hasta tres generaciones de una misma familia, para alzar en su lugar viviendas de protección oficial dignas de tal nombre. El solo anuncio de esta gran operación de recualificación urbanísitica, equivalente al traslado de un pueblo como Aznalcázar, ha henchido de esperanza a miles de personas de extracción humilde que ya no se creen dejadas de la mano de Dios y que sienten que, por fin, ellos también son Sevilla.

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