SHERYL se disponía a cerrar un importante acuerdo en una oficina de Nueva York. La reunión se alargaba por unas horas y todos en la sala necesitaban una pausa para ir al baño. En ese momento, el anfitrión admitió no saber dónde estaba el aseo de mujeres. Era la primera vez que una directiva acudía a una negociación. O la única que quiso ir al baño. La directora operativa de Facebook recordaba esta anécdota durante una conferencia. Aunque no iba a pasar por alto la realidad: "Las mujeres no están alcanzando la cima de sus profesiones en ningún lugar".

En 2014 solo 17 mujeres se sitúan en el máximo escalafón de entre las 500 mejores compañías del mundo, según Fortune. Y el lenguaje transmite también esta desigualdad. Son "las mujeres CEO" (en inglés, Chief Executive Officers). Nadie se refiere a un consejero delegado como "el hombre CEO". Hay que eliminar ese sexismo empresarial. Al alcanzar el poder, el éxito deriva de forma distinta para el hombre, casi siempre en positivo, mientras que la mujer se ve menos aceptada en su entorno. Ellos se sobrestiman. Ellas se subestiman. Ambos se equivocan. Sandberg se reprende cuando siente pudor por salir en las listas de las más poderosas. Atribuyendo sus logros, como muchas otras, a la suerte y al trabajo duro.

Facebook ha ganado en rentabilidad bajo su liderazgo. La ejecutiva, 44 años, se graduó summa cum laude en Economía por Harvard. Está casada y tiene dos hijos. Ha trabajado para el Banco Mundial, el Tesoro y Google. Fue en Silicon Valley donde conoció a Mark Zuckerberg. Ahora deja atrás su bajo perfil en la red social y laboral con su libro Vayamos adelante: las mujeres, el trabajo y la voluntad de liderar (Ed. Conecta), aplaudido y criticado. Pero Sandberg acierta al reprobar a esas compañeras que se quedan a un lado en la sala de reuniones, excusándose por estar, opinar, decidir. Y les reta a superarse. A que se sienten en la mesa para negociar. A que sean las dueñas de su éxito.