Indiscutible sin duda. Se trata de lo inexorable que resultan los vaivenes de la vida con sus modas y su canesú, pero entristece ver cómo el recién llegado se empieza a vender desde ese mismo momento de la firma. La ilusión que siempre despierta una cara nueva se suele oscurecer con un concepto que repatea al hincha. Es el de considerar el fichaje como una inversión de futuro, con lo que el traspaso ventajoso parece ser el objetivo de toda compra.

Aparte de los tremendos cambios perpetrados en el Reglamento verano tras verano, hay un hecho que muestra palmariamente cómo el fútbol evolucionó en sus formas y sus maneras hasta no conocerlo ni la madre que lo parió. El hecho más trascendental fue la abolición del derecho de retención, que tuvo efecto el 30 de junio de 1985. La desaparición de una práctica ciertamente esclavista fueron los lodos que trajeron estos polvos, con perdón.

Aquello acabó con los futbolistas de un solo club, cómo jugadores de la talla de Juan Arza o de Marcelo Campanal se llevaron toda la vida en el Sevilla. Junto a eso, la sensación de fidelidad engañosa, ya que ese tipo de futbolistas extraordinarios que consagraron sus carreras a un solo club lo hacían porque la posibilidad de irse a clubes más importantes era imposible. Y aquello derivó a esto tan actual de fichar futbolistas que estén en edad y calidad de generar plusvalías.

Unos fichajes que tanto ilusionan al bético como son los dos luises brasileños llegan con la sordina de que se trata de dos fichajes con mercado de futuro. Y eso da la impresión de que no llegan para quedarse el tiempo que se necesita para pasar a los mejores apartados de la historia del club comprador. Alineaciones de carrerilla, carreras sin cambiar de camiseta para llegar a ser dorsales de leyenda ya son asuntos obsoletos cuando se compra pensando en la venta.