la ciudad y los días

Carlos Colón

Siempre les quedará París

ESCRIBÍA un lector a propósito del debate sobre la torre Pelli: "Soy sevillano residente en París. Es una ciudad que adora casar tradición con modernidad. Frente al Arco del Carrusel del Louvre, una pirámide de cristal y acero. Al lado del Panteón, la torre de cristal de Jussieu. Cerca de los Campos Elíseos, la Torre Eiffel, considerada por su gente más conservadora como adefesio en su día, y hoy icono internacional por excelencia del turismo. Carcas de Sevilla: quítense ya los castellanos y los pantalones de pinza beige".

Descalzo y en calzoncillos, para que no se moleste por esa ofensa al progreso que parecen representar los mocasines y los pantalones beige de pinza, me permito recordarle que tradición y modernidad han celebrado bodas felices no sólo en París. También en Sevilla. Bastarían como ejemplo la casa Lastrucci, el mercado de la Puerta de la Carne, el "cabo persianas", la casa de Tetuán 32, el edificio Ybarra en Adolfo Rodríguez Jurado, la casa de pisos de Correduría esquina a Joaquín Costa o la Previsión Española.

Estupendos ejemplos alzados sin conflicto en la ciudad histórica. Y si en algún caso hubo polémica el tiempo la solventó. No por obra de la costumbre, sino porque se trataba de buena arquitectura. El problema es doble: de un lado la oportunidad de la ubicación y el valor de la pieza sustituida; de otro la calidad de la nueva obra. A veces, caso de la calle Imagen, ni las posibles calidades arquitectónicas (que no veo pero mis amigos arquitectos le atribuyen), ni la costumbre pueden remediar el desastre originado por la brutalidad de la intervención. Más de medio siglo después la calle Imagen sigue siendo un horror y un error.

Pero vayamos a París. El lector nombra los aciertos de algunas intervenciones "modernas". Pero olvida citar el gigantesco error de la torre Montparnasse, que sirvió de lección para que no se construyeran más rascacielos en el inmenso corazón de París, y el horror de Les Halles. Horror y error fue la destrucción entre 1971 y 1973 -no casualmente el año de la construcción de la torre Montparnasse: la era Pompidou, que también inició la nueva arquitectura del poder con el adefesio que lleva su nombre- de los espléndidos pabellones de cristal y hierro de Baltard (1852-1872). Horror y error fue lo construido allí por Bofill y Vasconi en 1975. Y de tal magnitud que desde 2004 se le está intentando dar solución.

París también es estos horrores y estos errores. Como ha escrito Rafael Argullol, "el problema no es la verticalidad, sino la arbitrariedad y, en cierto modo, también la impunidad, tanto ética como estética". Aplíquese a la torre Pelli.

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