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Juan Luis Pavón

Simbología para sentirse tan de Sevilla como de Dos Hermanas

AGOBIADO con tanta judicialización sobre su mandato, el alcalde hispalense ha ofrecido al de Dos Hermanas negociar el conflicto sobre las 2.763 hectáreas que Franco y Queipo le quitaron al término municipal nazareno en plena Guerra Civil (1937) para convertirlas, con sus cuarteles, en territorio de la capital. Hectáreas que hoy son Bellavista, Los Bermejales, medio puerto, el estadio del Betis, etcétera. Toscano va perdiendo hasta ahora en todas las instancias (la Junta, el TSJA...) su demanda, pero el alcalde que ejerce de anfitrión de Zapatero en las campañas electorales ha recurrido al Tribunal Supremo y está envalentonado porque le sopla a favor el viento de la memoria histórica para desmontar los símbolos y decisiones franquistas. Dos Hermanas, sin esas hectáreas, ha pasado en 70 años de pueblo a ciudad con más de 100.000 habitantes. En este pleito, no tiene nada que perder y sí mucho que ganar. Todo lo contrario que Monteseirín, a quien no le conviene jugárselo a un cara o cruz en el Supremo.

Este intento de reescribir la Historia no puede plantearse como si nos jugáramos la soberanía de Gibraltar. La creación de nuevos barrios y conjuntos residenciales, que desembocan en la indefinición de lo metropolitano, han llevado a miles de familias a alejarse de Sevilla pero proclamar que ellos y sus hijos son sevillanos, aunque vivan en La Motilla o en Montequinto y den a luz en Valme. En terrenos de Dos Hermanas se creó el Real Club de Golf... de Sevilla, y a su vera se construyó la urbanización Sevilla Golf, eufemismo de un lugar en el que se vota en las elecciones locales para elegir alcalde... a Toscano.

Recordemos el anacronismo de que el Ayuntamiento de Sevilla hasta 2007 ha sido el propietario de los castillos de Alcalá de Guadaíra, Cortegana y Cumbres Mayores, porque así lo decidieron Alfonso X el Sabio y Sancho IV en el siglo XIII. Están transferidos a dichos pueblos porque se han revocado mandatos tan preconstitucionales y anteriores a la configuración de España como un Estado. Pero los hechos consumados por el cambio de lindes que nos ocupa son de tal calibre (no se dilucida sobre monumentos sino sobre terrenos habitados que antes no lo estaban) que lo razonable es pactar una compensación.

El debate debe centrarse en cómo Sevilla puede compensar a Dos Hermanas de un latrocinio que no cometió. Las arcas están exhaustas para tirar de talonario. Muy compleja jurídicamente sería una carambola urbanística para cambiar las lindes sobre terrenos ahora inhabitados, con el fin de darle un caramelo a Dos Hermanas cuando escampe la crisis del ladrillo. Lo más barato es la simbología. Y se plantearán propuestas para que, con hitos integrados en el mobiliario urbano, los 25.000 habitantes de barrios de Sevilla objeto de litigio sientan a diario que ellos también son de Dos Hermanas.

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