Gafas de cerca

josé Ignacio / Rufino

Sísifos de andar por casa

LA vida del asalariado medio es un trasunto contemporáneo y casero del mito de Sísifo. Si la condena de éste era llevar una piedra hasta la cima de una montaña y, antes de llegar, dejar la piedra rodar hacia abajo, repitiendo eternamente el frustrante proceso, quienes viven de una nómina de andar por casa dejan rodar hacia el vacío la paga mensual a principio de mes, y a eso del día quince -ya tiesos- comienzan a subir la cuesta con la pesada carga de la cesta de la compra, las facturas, los recibos y los créditos familiares, haciendo malabares de gestión financiera de batalla. Asume así nuestro ídolo doméstico la máxima cubana "por el dinero no te preocupes, que dinero no hay", y el currante o curranta tira de descubierto en cuenta, de pagos a débito, de aplazamiento de la tarjeta de crédito: la financiación del circulante es su especialidad y el fondo de maniobra su santo grial, aunque ignore tales expresiones contables. También es su condena porque, como Sísifo, no hay quien acabe de amortizar el saldo dispuesto de la visa (que, si se fracciona el pago, puede convertirse en una roncha perpetua, un alien crediticio que se regenera sin cesar), ni hay quien consiga erradicar los números rojos salvo refinanciando la deuda, o sea, pidiendo onerosos préstamos personales que rápidamente se esfuman, dejando inmaculado el plan de amortización a cinco años. Más o menos, por cierto, como sucede a nivel estatal: refinanciación, deuda crónica y planes de ajuste.

Bueno, sí. Sí hay quienes lo llevan bien; hay pepitogrillos que están al día, pagan todo y encima ahorran con salarios iguales o más bajos que el tuyo, pecador. Gente que no gasta más que suela, y eso con cuidado en el caminar. Ingenieros del lineal, auditores del extracto. Pero miraditos austeros no hay tantos. La mayoría de la tropa asalariada vive a crédito de una u otra forma. Es en Navidades cuando cometemos más excesos, y por eso se habla de la cuesta de enero, el tiempo inmediato al de los regalos sin medida y los ágapes. Es también enero el mes elegido por grandes operadoras de energía o comunicación y por los ponedores de impuestos para ajustarnos las tuercas, justo cuando peor nos viene. Pero la banca aprieta pero no afloja, perdón, no ahoga, y te ofrece una panoplia de pequeñas ventanas por las que salir a coger aire. Rezando al cielo por que no sobrevenga una avería de un electrodoméstico y no digamos de uno de los dos o tres vehículos preceptivos en un hogar de clase trabajadora o media que se precie. Bien mirado, la economía doméstica tiene mucho de mítico.

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