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la ciudad y los días

Carlos Colón

Soledad Becerril

FUE la primera mujer que formó parte de un Consejo de Ministros desde los tiempos de la República y la primera alcaldesa que tuvo Sevilla. Ahora es la primera que asume las responsabilidades de Defensor del Pueblo. Sus enemigos, más clasistas que ella, han intentado utilizar en su contra el título nobiliario de su marido. De poco les ha servido. La que llamaban despectivamente "la marquesa" es ahora Defensora del Pueblo. Ninguna novedad. ¿No era conde Saint-Simon, uno de los padres del socialismo? ¿No era marqués Esquilache? Hablando en sevillano, ¿no era Conde del Águila el ilustrado Juan Ignacio de Espinosa y Tello, asesinado y descuartizado por la plebe absolutista? No son infrecuentes en nuestra historia los episodios que enfrentan a un populacho reaccionario con aristócratas ilustrados o liberales.

Pero no entremos al trapo demagógico y clasista. Soledad Becerril era demócrata en tiempos de Franco y lo siguió siendo en los democráticos que ella, como otros muchos de izquierdas, de derechas o de ni lo uno ni lo otro -porque hay política fuera de los esquematismos partidistas-, ayudó a traer y afianzar. Un gobierno andaluz socialista (perdón por la reiteración) presidido por Manuel Chaves le otorgó la Medalla de Andalucía por su contribución a la democracia. Por mucho que hurguen ningún déficit democrático encontrarán en ella quienes desearían que todos los políticos de derechas tuvieran la cara, el gesto y las gafas de Fabra. Por el lado nobiliario tampoco pueden atacarla sin incurrir en un juego sucio que los delataría como demagogos y clasistas.

Que sea Defensora del Pueblo la mujer que todos vimos llorar junto a los ataúdes de Alberto y Ascensión es una forma de justicia. Demostró entonces, siendo alcaldesa de Sevilla, una entereza y una serenidad que muchos sevillanos recordaremos siempre. Supo representar nuestra ciudad y nuestro dolor en el más trágico momento vivido por Sevilla en su historia democrática. Porque hemos llorado otras víctimas, pero ningún crimen etarra nos golpeó tan duramente como el asesinato de este joven matrimonio a pocos metros de la casa en la que dormían sus hijos. Demostrar tanta entereza en tan trágicos momentos no es fruto de la casualidad o del cálculo, sino del talante.

Incómoda para ciertos sectores de su partido, que la consideran demasiado independiente. Incómoda para la oposición, porque su perfil centrado y liberal desbarata la caricatura de derechona posfranquista con la que se obstinan en identificar al PP. Esta incomodidad que Soledad Becerril suscita entre algunos de los suyos y entre sus oponentes es su mayor aval personal y político.

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