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EL mundo del cine, que tantos ratos felices nos hace pasar, suele incurrir en una solidaridad caprichosa y arbitraria. No pasa nada: uno puede ser un artista extraordinario y, a la vez, persona lamentable. No tiene por qué ser éste el caso de los directores cinematográficos que exigen la libertad de su colega Roman Polanski, al que han detenido en Suiza por un viejo, y repugnante, delito de pederastia

Es verdad, sin embargo, que, cuando se adentran en el activismo cívico, propenden a equivocarse de causa. Más que nada, por la doble moral que les aqueja. Para ellos hay guerras que merecen una campaña de denuncia y otras sobre las que correr un tupido velo; dictaduras malas y dictaduras buenas, aunque sean igual de sanguinarias; individuos que deben pagar por sus crímenes e individuos que por razones inexplicadas pueden dejar impunes los suyos. En fin, solidarios, pero veletas.

Han detenido a Polanski en el aeropuerto de Zúrich -a cuyo festival de cine acudía para ser homenajeado- porque existía una orden internacional de busca y captura dictada contra él en 1978 por un juez de Estados Unidos que le acusa de haber drogado y violado a una niña de trece años. Y directores de la talla de Costa-Gavras, Tavernier, Wenders o nuestro Almodóvar han clamado de inmediato por su libertad y contra la injusticia cometida por la policía suiza. La actriz Debra Winger, presidenta del jurado del festival, interpretó el sentir de todos: "Estamos aquí para honrar a Roman Polanski como el gran artista que es, pero en este momento no podemos olvidar que es un ser humano que desconoce lo que le depara el año próximo".

¡Pues anda que no hay seres humanos que desconocen lo que les depara no el año próximo, sino mañana mismo! Pero vayamos a la "injusticia" de esta detención. Uno tiende a pensar que un delito de 1978 debería haber prescrito, pero si se informa correctamente cae en la cuenta de que Polanski no huyó de Estados Unidos tras cometerlo, sino tras haberse celebrado el juicio y haber sido condenado, sólo a la espera de la pena concreta que se le iba a imponer. Por tanto, es un condenado que ha eludido rendir cuentas e incluso recurrir su condena. Y normalmente a esta gente se le manda capturar. Otra vía de posible exculpación del realizador franco-polaco procede del hecho cierto de que llegó a un acuerdo económico posterior con su víctima y ésta solicitó que se archivara el caso. Pero es imposible: el Derecho Penal obliga al fiscal a perseguir a los pederastas, por encima del Derecho privado.

Son argumentos elementales, pero que no hacen mella en los famosos cineastas que defienden la inocencia de un culpable sólo porque es un cineasta famoso. Uno de los suyos. Los abajofirmantes o arribadeclamantes son propensos a la doble vara de medir.

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