Cuando el otoño empieza a otoñear surge el debate sobre el Balón de Oro, ese trofeo individual dentro de un deporte coral, lo que conlleva una cantidad importante de controversias. Tras el duro pleito sostenido por Messi y Cristiano en lo que va de siglo, ahora parece el asunto más abierto, pero siempre con un madridista encabezando la suerte de portadas que le lleven a la conquista del áureo balón, siendo este año Benzema el elegido.

Nadie duda de la excelencia de un futbolista que necesitó de la marcha de Cristiano para dar de sí lo mucho que atesora. Se acuerda uno de cómo Mourinho lo minusvaloraba comparándolo con un inofensivo minino y eso sólo sirve para el propio desprestigio de un técnico que debería meterle fuego a cuanta hemeroteca encontrase a su paso. Esclavo de sus palabras, aquella sentencia del portugués se ve ahora como una salida más de pata de banco en el haber del luso.

Cierto es que Benzema vivió durante diez años acomodado a la sombra de Cristiano y que la marcha de éste del Madrid propició el despegue de un futbolista que parece el mejor situado para alcanzar dicho galardón. Haaland y Mbappé se postulan como los más cercanos a figurar en el pódium con el madridista, con lo que el chorreo rumorológico sobre el próximo fichaje de ambos por el Realísimo será el pan nuestro de cada día en la hartible hagiografía merengue.

Sin duda, el Balón de Oro es el máximo galardón individual y eso es lo chocante, que en una disciplina tan coral como el fútbol primen este tipo de conquistas. Sí le falta a esta edición aquella carrera que entablaban Messi y Cristiano por la que acapararon Balones de Oro sin apenas dar bola al resto de mortales. Sólo Modric se metió en esa melé que compartieron Messi y Cristiano desde que en 2008, el portugués lograse su primer balón. Ahora, todo estará más repartido.