Yse estrenó El club de los incomprendidos, recordemos, uno de los proyectos cinematográficos impulsados por Atresmedia. Dentro de su programa de apoyo a la cultura. Dicen. Pero de la misma manera que fruto de ese mismo patrocinio a mediados de este año surgió la que es la mejor película de la temporada, La isla mínima, como será certificado en los próximos Premios Goya, también llevaron a cabo alguna que otra colaboración más, como es El club de los incomprendidos que ahora llega a las pantallas.

Llama la atención que un realizador curtido en mil batallas televisivas como Carlos Sedes sea capaz de cocinar un plato tan desaliñado. Tan inodoro e insípido. Hemos llegado a un punto que los presupuestos técnicos se cumplen a la perfección. Pero esta buena factura se pone al servicio de la nadería más absoluta, por lo que el resultado chirría de principio a fin. Las escenas se suceden sin que el barco vaya a ninguna parte. Y es que el guion, que al menos debería servir de guía de instrucciones, brilla por su ausencia.

Tampoco es que estemos ante un buen capítulo televisivo. Ese es el problema. El cine tiene unos códigos. La televisión otros. Pero hay que atenerse a unos o a otros. De lo contrario sale un pudding como este, que naufraga estrepitosamente. Emparentando esta película con otras de este año como En apatía o Por un puñado de besos. Como si no existieran películas sobre adolescentes tan estupendas como Bajo la misma estrella a modo de referentes. En fin, que el sonrojo que nos ha causado el último estreno cinematográfico del año no se va a olvidar en tiempo.

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