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DERBI Sánchez Martínez, árbitro del Betis-Sevilla

Doble fondo

Roberto Pareja

Sopa y butifarra

SON muchos los hastiados del conflicto catalán. Natural. No sólo está hasta en la sopa sino que además mantiene un tono y unos argumentos inalterables tras el 27-S, con toneladas de opiniones armadas sobre ideas preconcebidas que nos dejan la mosca de la sopa en la oreja mientras la patata caliente arde.

Es triste pedir, pero más triste es robar, rezongaban casi unánimes antaño los pedigüeños en su coto vedado de reprimida desesperación. Ahora que la exposición al abismo de la pobreza ha rebasado el dique de la clase media hasta límites sólo soportables por la ayuda inquebrantable de la familia (otra unidad fallida, como revelan tantas cenas de Nochebuena), algunos se sientan a pedir en la calle con ese inquietante cartelito -es casi inevitable darse por aludido- que avisa a los navegantes insolidarios de que hoy por mí, mañana por ti. Son malos tiempos para la lírica. Si no te pones épico y estupendo, no eres nadie en esta película del seny (sensatez) contra la rauxa (arrebato), en la que ninguno de los dos protagonistas -Arturo Rajoy y Mariano Mas, que se confunden- juega limpio y que, como esos indigentes de nuevo cuño, te meten el miedo en el cuerpo.

El victimismo de Mas (Artur) es fascinante. Este hombre ha hecho un arte del quejarse de vicio. Va de derrota en derrota en las urnas y la imputación por desobediencia por organizar la consulta participativa ilegal del 9-N le viene como anillo al dedo para tratar de atornillarse en la Generalitat. Una suspensión del TC lo erigiría definitivamente como mártir de su causa perdida. No menos seductora puede resultar la estatua de Rajoy (Mariano), ese paladín de la firmeza sin dobleces tal que ni pestañeó ante el fuego del dragón de la barretina y que ahora promete "finura" para mutar al tigre en lindo gatito.

La que le ha faltado al Tribunal Superior de Justicia de Cataluña al citar como imputado al president en funciones en plena pirueta con los vertiginosos chicos de la CUP, los inventores de la presidencia coral. La imaginación ha llegado al poder y esta chistera imprevisible promete conejos sin bajarse de la burra.

Al poder le vienen de perlas los conflictos para perpetuarse. El uno y el otro se retroalimentan con sus imposturas. Que campan a sus anchas: toda España dio por bueno el carácter plebcistario del 27-S al no alcanzar el 50% de votos las candidaturas de rompe y rasga la baraja. Con un puñado de votos más esto sería el rosario de la aurora y nadie reconocería tal plebiscito extramuros del fuerte apache secesionista.

Las señales de humo del gran jefe indio butifarrero y los disparos con pólvora del rey del rostro pálido de La Moncloa cada vez le resultan más inverosímiles a una tribu harta de perogrulladas y ayuna de soluciones más allá del cortoplacismo. Rajoy y Mas son enemigos que se necesitan, como el Madrid al Barça y viceversa. The New York Times ha instado en un editorial al rostro pálido a "empezar a prestar atención a los catalanes".

La sopa boba del pulso se les enfría y la patata caliente de la secesión está que arde. Y otro vendrá que bueno hará a Mas. La butifarra (corte de manga) que pedía para Madrid se la dará la CUP. Es triste pedir, más triste es robar...

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