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HAY otra, pero cuando se dice Soraya a secas se está hablando de la vicepresidenta del Gobierno. Vicepresidente política, y hay que insistir en ello porque ha aparecido la especie de que Rajoy le ha dado más atribuciones al ofrecerle la coordinación de la Comisión Delegada de Asuntos Económicos, el organismo más potente de este país, más incluso que el propio Consejo de Ministros, que se limita a dar vía libre a los asuntos complicados que previamente han sido debatidos y aprobados en la Comisión Delegada.

Manda tanto Sáenz de Santamaría que es imposible darle aún más atribuciones, así que tanto Guindos como Montoro pueden respirar tranquilos: Rajoy no tiene en mente -cuentan- designar vicepresidente económico a ninguno de los dos, pero tampoco dará nuevas responsabilidades a Soraya en esa área. Mantiene las que ya tenía. La vicepresidenta asiste a las reuniones de la Comisión cuando a ella y a Rajoy les parece oportuno que lo haga, y además saben todos que quien corta el bacalao en esa Comisión es su secretario, Álvaro Nadal, que se curtió en política de la mano de Soraya cuando era la portavoz del grupo parlamentario, y que hoy está al frente de la oficina económica de la Moncloa. Es quien elabora gran parte de los informes que maneja el presidente.

Es la mujer fuerte del Gobierno, y no necesita más cargos para ser aún más fuerte, imposible abarcar más. Está en todo y aseguran los ministros que la encuentran siempre que la necesitan, jamás ha fallado y mantiene un contacto permanente y fluido con todos y cada uno de los miembros del Gobierno. Y además es la que despacha con el director del CNI, y además se encarga de la comunicación del Gobierno -con regular tino-, y además como ministra de la Presidencia actúa como secretaria del Consejo de Ministros, y además es portavoz, y además negocia con la oposición las leyes más conflictivas, y además viaja por toda Europa para verse con presidentes y vicepresidentes cuando hay que arreglar un asunto peliagudo y es necesario sumar adhesiones de cara a los Consejos de la UE. Y, por supuesto, además tiene que preparar bien sus comparecencias de los miércoles en el Congreso, donde las tiene tiesas con la otra Soraya. Ninguna de las dos, por cierto, leen su réplicas y contrarréplicas; sus intervenciones, incisivas, a degüello, las sueltan a bocajarro.

En ese escenario ¿cómo puede alguien pensar que Soraya va a asumir aún más atribuciones? Y eso sin mencionar que además es madre de familia. Un trabajo que sólo las madres de familia, aun con ayuda, saben hasta qué punto es agotador.

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