Cuentan en el entorno de Pedro Sánchez que al presidente le preocupa la reacción de la izquierda madrileña a favor de Más Madrid, no por Íñigo Errejón sino por cómo ha enfocado la campaña la candidata Mónica García, que cuenta con menos gurús que otros partidos potentes pero sabe cómo llegar a la ciudadanía. El entorno de Sánchez pronuncia la palabra preocupación, pero no es difícil adivinar que el verdadero estado de ánimo es el de "no le llega la camisa al cuerpo". Que Gabilondo, elegido por él, pueda ser batido por una recién llegada, es un golpe no sólo para su ego -si se produce- sino que pone en jaque el futuro brillante que daba por seguro. Ahora, entre la marea a favor de Ayuso, y la revelación Mónica García, el PSOE de Sánchez se puede encontrar en dificultades.

No es el caso de Iglesias. El partido de su antiguo delfín no sólo le va a pasar sobradamente en votos y en escaños sino que podría incluso doblarlo, lo que demuestra hasta qué punto es masivo el rechazo a Iglesias por parte de quienes lo habían encumbrado hasta meterlo en La Moncloa. Nunca un político español ha tenido más posibilidades de hacer historia en corto espacio de tiempo, pero su demagogia y su conducta personal han terminado por hundirle. O casi.

Su última peripecia ha consistido en pedir a dirigentes de la izquierda europea que denuncien que la democracia de Madrid está en peligro. ¿Por qué? Porque cree que Ayuso puede gobernar con Vox en Madrid. Algo que la candidata del PP se ha hartado de decir que no hará, pero a Iglesias le es igual. Segundo, ¿quién es Iglesias para dar carnés de democracia? ¿Por qué considera que Vox no es demócrata y sí lo es Bildu, que apoyó a terroristas que asesinaban a sangre fría? ¿O que son demócratas los independentistas que se ciscan en la Constitución?

La ministra Reyes Maroto ha recibido una carta con una navaja ensangrentada. Aparte de condenar ese hecho con toda energía, sin paliativos, ante reflexiones como la de Iglesias sobre la calidad democrática de los partidos convendría exigirle que algunos de sus amigos y socios condenen también las amenazas, envíos de balas, pintadas con dianas y carteles de pimpampum que se han visto con frecuencia en el País Vasco y, recientemente, en Cataluña. La eterna polémica sobre las distintas varas con las que la izquierda mide los hechos.

Se comprende que en el PSOE y Podemos teman a los sorpassos de Más Madrid. No ha habido peor Gobierno que el de la actual coalición, y si se suman los engaños como hábito, las actitudes prepotentes, las políticas sectarias y las insidias contra los adversarios, es lógico que votantes de PSOE y Podemos busquen otras siglas.

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