LA sorpresa de la victoria de El secreto de sus ojos en la categoría de Lengua no Inglesa no es tanta si observamos los datos de los últimos años, en los que las favoritas en este apartado no se han impuesto con la facilidad que le daban los pronósticos. Haneke vio su siniestro pueblito alemán batido por los más luminosos argentinos de Campanella. Siempre se aduce que los filmes de esta categoría son los más discutibles porque son los menos vistos por los académicos y ofrecen votaciones más espureas. Ya hay quien dice que al haber trabajado en Estados Unidos un tiempo ha ayudado al argentino, olvidando que Haneke realizó hace dos años en Hollywood su remake de Funny Games. En cualquier caso, es una victoria de mérito la de El secreto de sus ojos, pues tenía dos rivales de altura como La cinta blanca, premiada en Cannes, y Un profeta, sensación en todos los sitios por donde se ha pasado. Además, es una victoria que representa un premio colateral a España, pues el filme tiene parte de producción patria, como la tenía La teta asustada, otra de sus rivales. Esto nos compensa de la derrota del corto andaluz La dama y la Muerte, al que los buenos oficios de Antonio Banderas no auparon a la victoria. En cualquier caso, qué pensaran ahora los miembros del jurado del último Festival de San Sebastián que dejaron irse de forma incomprensible El secreto de sus ojos de vacío. Campanella tiene otros motivos para sentirse enfadado, pues su discurso, que hizo bueno el tópico de "no me lo esperaba-no tenía nada preparado" fue inmisericordemente cortado por la Academia, justo cuando recordaba a las víctimas del terremoto de Chile. Algo que no pasó con Jeff Bridges y Sandra Bullock, que contaron la Biblia en pasta en sus agradecimientos. Aún hay clases en los Oscar.

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