AJosé Ángel de la Casa, que durante treinta años se comió, y bien, todas las petardadas de la selección, nunca se le escuchó blasfemia alguna y ni siquiera parecía despeinarse cuando yugoslavos, italianos o alemanes nos mandaban para casa. "Gol... gol de Stojkovic...", pronunciaba seca y lacónicamente cuando nos eliminaron en Italia hace veinte veranos. Con él aprendimos que el comentarista era una voz en off limpia, concisa y templada, aunque se desatara ligeramente en la noche maltesa. La narración futbolera en la tele fue evolucionando en España hacia unos derroteros radiofónicos y el fallecido Andrés Montes tiró la piedra de la extravagancia personal unos metros más allá.

A Paco González y a su cuadrilla se les escapó algún exabrupto castizo en el partido contra Paraguay, con el árbitro disfrazado de Al-Gandhour y Xabi Alonso convertido en Eloy Olaya. En estos tiempos las palabrotas sólo son notas de colores.

En un partido espeso y desesperante en todos aspectos, por una vez en la historia jugamos como siempre y ganamos como nunca. En los instantes más correosos los de Telecinco acabaron con la voz travestida de De la Casa, de languidez desanimada, y por momentos los talentos de Busquets, Torres, Iniesta o Sergio Ramos regresaban al futuro y parecían convertirse en Migueli, Satrústegui, Chendo o Alexanco, con las camisetas lisas, sorteando balones por el césped patatero y rezando para que pasaran los minutos contra la adversidad. Surgió el chispazo del gol y de un plumazo arrasamos con los gafes que llevábamos secretos en la chepa. J. J. Santos, el que siempre avisa de todo lo contrario que va a ocurrir, se deshacía en elogios desbordados a Casillas. Se le veía el plumero, claro.

Si el balón entra, aunque sea llorando, a todos nos da un tanto igual si los de Telecinco no terminan de rematar su faena.