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Tribuna económica

gumersindo / Ruiz

Sube, triste, la Bolsa

ÉSTA es una de las subidas menos alegres que se han dado nunca". Me ha llamado la atención esta frase enigmática sobre las fuertes subidas, casi generales, de las bolsas en el año. Es de Dereck Baudeen, director global de acciones de Citigroup, y recoge una desazón de fondo sobre la situación económica, y la sensación de que estamos otra vez en una burbuja financiera que no se sabe cuánto puede durar.

Las cifras son abrumadoras; en Europa el índice Eurostoxx sube un 18%, tras un 14% en 2012; tras las pérdidas de años anteriores, en España el Íbex 35 sube más de un 21%, con el doble para las pequeñas y medianas empresas que cotizan. Todos los índices siguen en Estados Unidos una trayectoria alcista imparable desde hace cinco años; y en Japón, un 57% de subida resulta espectacular, tras el 23% de 2012. Sólo algunos grandes países emergentes dan pérdidas, y China continúa con una bolsa apagada, pese al brillante crecimiento de su economía.

Durante el año hemos tenido catástrofes meteorológicas, Estados Unidos sin presupuesto y con la administración pública a punto de cerrar, miedos de impagos en Europa, donde la deuda pública, como es nuestro caso, crece hasta llegar ya casi al 100% de lo que producimos, la posibilidad real de una acción militar en Siria, recortes presupuestarios, y un extendido, fuerte y conflictivo malestar social. Cualquiera de estos elementos podría haber hecho descarrilar la bolsa, pero no ha sido así. En vez de mirar lo que pasaba en el mundo, los mercados sólo tienen ojos para una cosa: los bancos centrales y su política de intervención masiva, comprando deuda o prestando dinero para que otros la compraran, y forzando los tipos de interés a niveles cercanos a cero, nunca conocidos Si quitamos la inflación, los tipos en los plazos más cortos estarían en negativo; y la deuda pública española, con el de diez años por debajo del 4%, mientras su volumen no para de crecer, no es sino una burbuja descomunal, que fuerza a los inversores o ahorradores a tomar otros riesgos e ir a bolsa.

Como decía Keynes, los mercados pueden permanecer más tiempo irracionales que un inversor solvente, de ahí esa tensión entre la codicia para no perder las subidas que todavía pueden darse este año y, ¿por qué no? el siguiente, y la conciencia de que los mercados están en buena medida artificialmente sostenidos por la Reserva Federal norteamericana, el Banco de Japón, el Banco de la República Popular China, y de manera más discreta por el Banco Central Europeo. Mientras tanto, dos cuestiones aguan la fiesta de la bolsa; una, la dificultad para generar empleo, que mantenga la capacidad de producción, y otra, que ese empleo sea adecuadamente remunerado para que pueda consumir lo que las empresas producen. A largo plazo la bolsa no puede ser indiferente al problema principal de la economía real, que es una crisis de falta de demanda, de sobreproducción. Pero como también sugería Keynes -la fuente inagotable de citas- a largo plazo todos estamos muertos, y que suba o baje la bolsa es escaso consuelo para los que ahora están parados, o siguen siendo pobres.

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