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Sucedido en Cádiz

Nadie puede negarle a Hazte Oír su derecho para defender sus causas con medios legales

No sé cómo se comporta Cádiz en los índices de criminalidad o delincuencia, la columna no a va a ir de eso, pero sí sé que es la ciudad de convivencia más pacífica y grata de cuantas conozco. Y me parece que esa es una clave mayor del atractivo creciente que la ciudad ejerce sobre muchas personas que en todas partes te cuentan la que en el fondo fue mi misma experiencia hace ya casi cuarenta años: llegas a Cádiz creyendo poner pie en una ínsula de graciosos y encuentras una gente con gracia pero, sobre todo, con una humanidad y un sentido de la libertad propia y ajena que desarman al más cargado de prejuicios. Esas virtudes, sin las que nadie es nada en Cádiz, marcan todos los ámbitos de su vida social. Incluso la política, a pesar de la dureza y acidez que la caracterizan desde hace muchos años en todas partes.

Por eso me parece tan radicalmente condenable el episodio sucedido hace unos días, las agresiones sufridas a manos de unos matones por un grupo de personas que, convocadas por Hazte Oír, se disponían a dar lectura pública a un manifiesto en hora y lugar autorizados. El delegado de la asociación en Cádiz sufrió un golpe en la cabeza y otras lesiones, mientras sus acompañantes tuvieron que soportar insultos y amenazas de todas clases. Por supuesto, la Policía llegó tarde y para poco. Como es ya costumbre, cuando ciertos grupos sufren violencia, la Policía suele estar para dejar hacer a los agresores. Hasta que algún día la cosa reviente. Bueno es recordar que en este caso fue el propio alcalde de Cádiz el que irresponsablemente se encargó de instigar a los violentos como en sus mejores y ya casi olvidados tiempos de agitador profesional.

Hazte Oír le cae muy mal a alguna o incluso mucha gente. Eso no puede sorprender a tenor de las campañas de que ha sido objeto por parte de los medios y de su coraje para no arrugarse ante ellas. Pero guste o no, es una asociación legal a la que los tribunales han respaldado cada vez que sus opositores la han denunciado, tal como sucedió con el famoso autobús naranja contra la manipulación de la infancia. Por tanto, nadie puede negarle su derecho para defender sus causas con medios legales. Nuevamente, los totalitarios que se amparan en la ideología de género han mostrado que el respeto que piden para sí no están dispuestos a concederlo a nadie que discrepe. Ni siquiera en Cádiz.

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