CABALGA el derbi a lomos de la inquietud y en este tiempo de vísperas más o menos ilusionadas nos llega la Champions, el error arbitral de turno y unas declaraciones que habrán herido al aficionado que tuerce en verde, blanco y verde. Y es que los días caminan con morosidad a la caza y captura de lo que se anuncia para la noche, bien cerrada por cierto, del viernes al final de la Palmera ya con el anfitrión bunquerizado en Montecastillo.

Con la Décima entre ceja y ceja, el Madrid afronta en Estambul una vuelta que no debe ser nada dificultosa, pues la renta en la ida fue suficientemente larga. Y en este tiempo de crisis y mohína generalizada, la hagiografía más babosa de cuantas circundan al mejor club del Siglo XX se encarga de propalar a los cuatro vientos dónde pasa el equipo merengue las horas previas a la cita. Indecente forma de airear unos lujos que ni vienen a cuento ni procede publicarlos. En fin...

Otra cuestión es cómo por segunda jornada consecutiva de anfitrión, el Valencia salva el botín gracias a una arbitrariedad que no tiene nombre. Si lo de Muñiz ante el Betis fue complicado de entender, lo del canario Hernández en el último suspiro es para que le quiten el carné a perpetuidad. Ni siquiera en un potrero de barrio se entiende que a un saque de banda perfectamente señalado se le dé la vuelta para que origine un gol del infractor sin respuesta posible.

Por último las declaraciones de Biurrun, el ex guardameta metido a representante y que, a cuenta de Beñat, ofende al Real Betis Balompié en un alarde de menosprecio inaudito. Ya podría haber descalificado al club sevillano cuando su poderdante vivaqueaba sin futuro en el Conquense, salvado por la aparición del Betis, que lo sacó de la mierda para arreglarle la vida. Cuestiones todas éstas que nos entretienen la vida mientras el derbi cabalga y se acerca inexorablemente.