La ciudad y los días

Carlos Colón

ccolon@grupojoly.com

Sueño de una mañana de verano

'Estrella sublime', 'Amargura' y cornetas y tambores de la Centuria en el vacío hondo de la mañana de finales de junio

Este domingo de finales de junio, ya abiertos los primeros vacíos hondos de los fines de semana de verano, bajando por la Costanilla camino de la antigua plaza de Argüelles, me cruzo con la procesión de la Sacramental de San Isidoro. Al entrar la Custodia en Alcaicería suena Estrella sublime. Y se me viene encima el Domingo de Ramos. Cada uno de ellos, por la mañana temprano, hago este recorrido camino de San Juan de la Palma: Costanilla, Alfalfa, Odreros, Boteros, Sales y Ferré, Argüelles, Imagen y Regina. Hasta traspasar la puerta del Non surrexit inter natos mulierum maior Ioanne Baptista, cuya festividad se celebra precisamente hoy, y llegar a la perfección ultimada e intacta de los poderosos pasos de San Juan de la Palma.

Lleno de dulce pero punzante nostalgia sigo este primer domingo de verano el camino para mí siempre unido al recuerdo de la mañana más blanca y luminosa del año, y al llegar a San Pedro, como si alguien se hubiera entretenido en tender trampas a la memoria, en el quiosco frente a la parroquia que tantos recuerdos de los míos guarda suena Amargura en versión para guitarra. Lo que faltaba.

Vuelvo a casa por el mismo camino. Entonces, abierta ya la herida de la memoria, caigo en la cuenta de que este recorrido es ahora también el de la Esperanza. Todavía no lo he asimilado del todo porque para quien es de la Encarnación no es fácil asumir que ya nunca volverán a pasar el Señor de la Sentencia, la Centuria y la Esperanza por donde tantos años los vi desde un cierro del que ahora cuelga el cartel de una empresa que va a convertir la que fue mi casa en apartamentos turísticos. Lo que empezó a agonizar con el derribo del mercado en 1973 no terminó de morir con el horror de las setas, sino con la ausencia de la Esperanza.

Así que estas calles ahora casi vacías que van de la plaza de Argüelles a la Costanilla son huellas de la Esperanza, ausencia macarena, recuerdo del esplendor que las llenó la mañana apenas amanecida del Viernes Santo. Hasta me pareció oír a la Centuria tocando por Escámez y a Pepe Hidalgo llamándome. ¡Y tanto! Como que la Centuria chica abría el cortejo de la Sacramental y con ella iba su maestro Pepe Hidalgo. Ahí toqué fondo. Estrella sublime, Amargura y cornetas y tambores de la Centuria en el vacío hondo del domingo de finales de junio. La memoria había encontrado el camino más corto para herirme.

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