Cuarentaitantos años de la primera vez que nos cruzamos y fue en la redacción del diario Suroeste. Era un chaval que no abdicaba de la insolencia natural que da la edad y que llegaba con hambre a comerse lo que se le pusiera por delante. Escuchaba con veneración a Manolo Ramírez y era cómplice de Félix Machuca a la hora del intimismo mientras abría los ojos como platos ante la última sentencia de José Luis Montoya. Ha muerto Tomás Balbontín a la hora que sus lectores se echaban a la cara su último artículo, ese en que aconsejaba a José Luis Sanz sobre lo que puede esperarle en la Casa Grande, en esa casona que él dominó como nadie como sucesor por línea directa del recordado Fausto Botello. Vivíamos en la misma acera de Baños, la última vez que lo vi celebraba en la Gavidia con Nani la selectividad de uno de sus hijos. Qué pena eso de la última vez.
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