LA renuncia de la presidenta de la Junta de Andalucía, Susana Díaz, a presentar su candidatura a la Secretaría General del PSOE en el congreso extraordinario convocado tras el fracaso electoral del 25-M supone un factor de estabilidad en la política andaluza y de incertidumbre sobre el futuro inmediato del segundo gran partido nacional. Desde el punto de vista del interés de Andalucía, que es el prioritario para nosotros, significa que Díaz ha sido sensible a los argumentos que le han llegado desde distintos sectores en el sentido de que una comunidad autónoma tan importante exige una dedicación exclusiva de sus gobernantes, que no pueden serlo a media jornada o subordinando los destinos de la región a proyectos de carácter nacional de azaroso futuro. Ello es más evidente por la coyuntura especialmente grave que atraviesa Andalucía en sus aspectos económico y social y por el hecho de que Susana Díaz se ha comprometido con reiteración a volcarse en su trabajo institucional al frente de su tierra, en el que lleva menos de un año y para el que no ha conseguido el aval de los electores, supremo elemento en la conformación de la voluntad de los mandatarios responsables y con altura de miras. Desde el punto de vista partidista, es evidente que la decisión de Díaz priva al Partido Socialista del liderazgo formal de su máximo referente a nivel nacional, dejándolo a merced de las decisiones azarosas de un congreso extraordinario en el que probablemente compitan candidatos de escasa o no probada solidez. Precisamente una de las razones de la renuncia de Susana Díaz, que contaba con el respaldo e impulso de algunas de las más destacadas figuras del socialismo español, ha sido la convicción de que va a producirse un congreso de enfrentamiento con una salida de dudosa continuidad en un tiempo político claramente desfavorable para el PSOE. También ha pesado en su decisión la dificultad objetiva de ejercer a la vez la Presidencia de la Junta y la Secretaría General de un partido de oposición a nivel nacional y, con ella, la consecuencia derivada de abrir un PSOE andaluz pacificado a un nuevo proceso de reconstrucción y la búsqueda, sin duda conflictiva, de un nuevo liderazgo ante el que no se vislumbran candidatos indiscutibles, aceptados por la militancia y con proyección de futuro. Sería tanto como arriesgar la hegemonía socialista del socialismo andaluz durante más de tres décadas sin garantías de que, a cambio, el socialismo español entre en la vía de la reconstrucción. Ante este cúmulo de circunstancias, Susana Díaz ha optado por dar un paso atrás. No se retira de la política nacional, ni mucho menos. Seguirá ejerciendo un papel decisivo en España. Se comprobará pronto.

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