La tribuna

emilio A. Díaz Berenguer

Susana, ¿ciclón o tormenta perfecta?

VAYA por delante mi respeto a quien de la nada ha sabido convertirse, en apenas cuatro meses, en la gran esperanza blanca de los socialistas españoles. Analizar este fenómeno es tarea de sociólogos y poco podría aportar yo en este sentido, salvo la opinión de un observador rendido ante la realidad. Los expertos en marketing han recibido una lección magistral sobre cómo elevar al cielo un producto que, a priori, no reunía las excelencias objetivas para ello.

Como aquellos viejos banqueros que comenzaron en sus empresas como botones, Susana Díaz lo ha sido casi todo en su partido en Andalucía durante veintitrés años. Su eclosión pública se ha acelerado en los últimos tiempos porque no ha seguido el camino clásico de los otros líderes que aspiran a dirigir el PSOE a nivel nacional. Su trayectoria, en este sentido, se asemeja más a la de Felipe González que a la de aquéllos, y, además, lo que hasta hace poco no hubiera sido posible hoy sí lo es, dado el bajo perfil medio de la clase política española, entre la cual Susana Díaz sobresale objetivamente. Ella conoce el paño y las miserias humanas como pocos y no se casa con nadie, ni siquiera con los que han ido ejerciendo como sus pigmaliones.

Lo que muchos se preguntan es si estamos ante un ciclón que pasará dejando pan para hoy y hambre para mañana, tal como desearían en el PP e IU, desapareciendo conforme vaya teniendo que afrontar la realidad, o nos encontramos ante la tormenta perfecta que logrará que los socialistas españoles recuperen la dirección política de una sociedad huérfana y sometida a duros azotes económicos y sociales, inimaginables hasta hace poco tiempo.

Una de las grandes claves para el éxito de la nueva presidenta de Andalucía y secretaria general del PSOE-A será el acierto en la selección de sus equipos, tanto en el Gobierno como a nivel orgánico. Ha decidido copar ambas direcciones sin alter egos ni delfines, un modelo inexplorado hasta ahora en Andalucía. Los anteriores presidentes siempre han dejado a su mano derecha al frente de la gestión del partido. Susana ha roto esta tradición y está por ver si se trata de una sobrevaloración de su propia capacidad o de un modelo realmente más operativo y armónico para la gestión, a la vez que evita los personalismos.

Nunca olvidará que le debe al presidente Griñán haber estado en el lugar idóneo y en el momento oportuno, pero en los nombramientos de su primer Gobierno Susana Díaz estuvo bastante condicionada, ya que tenía que romper con la imagen del anterior Gobierno socialista por el asunto de los ERE, no incluyendo en el mismo a personas que, dada la trayectoria de la instrucción del caso por la juez Alaya, pudiera pensarse que, más pronto que tarde, serían imputadas. Además, heredó un Gobierno de coalición con IU, lo que le limita para adoptar decisiones totalmente autónomas.

En la selección de los miembros de la Ejecutiva regional del partido buscó el equilibrio territorial y la paz interna, optando por un equipo de perfil público bajo para gestionar el día a día de la organización. No sería extraño que para el tema de las ideas se llegara a decantar por una estructura específica abierta a no militantes.

Nada va a ser fácil para Susana, pero cuenta con la enorme ventaja de que sus adversarios políticos están descabezados y no se aventura un candidato, o candidata, a su altura en el terreno electoral en Andalucía. Mientras tanto, no le viene tan mal tener a IU como socio de Gobierno en esta etapa para no sufrirlos como francotiradores en el Parlamento y en la calle.

El camino no ha sido precisamente de rosas para ella, ya que ha tenido que luchar con uñas y dientes, pero casi siempre ha salido reforzada, a pesar de las campañas que ha soportado en su contra, especialmente dentro de su propio partido en Sevilla. Hasta hace poco más de un año casi nadie sabía quién era Susana Díaz fuera de su provincia, aunque ya había ocupado cargos en el comité regional del PSOE-A hace más de una década. Su trayectoria como delegada de área en el Ayuntamiento de Sevilla también estuvo salpicada de tensiones con el entonces alcalde socialista.

Para Susana Díaz ha llegado la hora de la verdad pero no lo va a tener fácil, ya que no cuenta con el Guerra de turno al que responsabilizar de las ideas y del control de la gestión, para poder dedicarse, fundamentalmente, a hacer política. Nada sería más deseable para Andalucía y, por qué no, a medio plazo para España, que el fenómeno Susana Díaz representara la tormenta perfecta y que supiera rodearse de los, y las, mejores en cada momento, dejando a un lado el tópico del problema generacional que algunos están utilizando a fin de justificar su incapacidad para haber ofrecido la alternativa que muchos seguimos esperando a una cruel y depredadora política neoliberal.

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