La campaña es un mercado persa en el que todo el mundo vocifera, pero los hay que venden su artículo con más facilidad. En este capítulo, la experiencia es un grado. El eslogan de campaña del PSOE andaluz es una nueva evidencia del espíritu del eterno partido gobernante. Insaciable. Susana Díaz ha tenido un gobierno monocolor y el control del Parlamento sin mayoría absoluta, pero ahora quiere más aún. Las encuestas dicen que conseguiría prolongar el mandato de su partido hasta los 40 años ininterrumpidos, aunque pierda escaños. Y lo intenta con dos apuestas contradictorias: por un lado se identifica absolutamente con Andalucía, se envuelve en la bandera verdiblanca y toda crítica a su gestión es una ofensa a esta tierra. Y por otro se desentiende de cualquier responsabilidad de su partido, anterior a su mandato. Si ella no estaba en el mando supremo, no le concierne; como si se tratase de otro partido, de otro planeta.

Imita, con más éxito, la estrategia que a Rajoy le ha salido mal: "en el caso al que usted ha hecho referencia, yo no tenía ninguna responsabilidad". La frase es de la comparecencia de Díaz en el Senado. El expresidente del PP hizo famosas alusiones similares a "esa persona de la que usted me habla" o "ese es un asunto de hace más de diez años". Los dos entonan el mismo yo no he tenido nada que ver, aunque los dos estaban allí. En los últimos 20 años Díaz ha sido secretaria de Organización de las Juventudes Socialistas de Andalucía, concejal de Sevilla, diputada en el Congreso, secretaria de Organización del PSOE sevillano con el procesado José Antonio Viera de secretario general; diputada en el Parlamento andaluz, consejera o presidenta. Estaba allí. Y aunque sea cierto que no tenga ninguna responsabilidad personal, sí la tiene institucional; es heredera de todas las cosas que su partido haya hecho bien o mal. Rajoy cayó pagando la factura de pecados antiguos. Díaz ha puesto un cordón sanitario para no ser víctima del mismo castigo. Y así surge esta estrategia bipolar: con Andalucía identificación total y con su partido, lo contrario, camuflaje.

Esto no debe ocultar el acierto de su ascenso al poder, en términos de oportunidad. Tanto, que cuando todo el mundo esperaba que surgiese un mesías en la oposición, capaz de sumar valor a su marca y derrotar a los que ganaban, quienes han sacado a escena una persona de semejantes características han sido los de siempre. Se le reprochan defectos. Populismo y más: risas, fotos, abrazos, descaro. Victimismo nacionalista y más: triunfalismo, agravios, culpas ajenas, sobreactuación. Deficiente gestión y más: bandazos, hiperliderazgo, caudillismo. Pero tiene carisma, personalidad, empatía. Y detrás, al aparato de poder más profesional de España. En la línea de salida y a la luz de las encuestas es la candidata más apreciada. El PSOE puede sacar el 2-D su peor resultado desde 1982, pero de momento no tiene contra quien perder. Y quiere más.

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